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domingo, 5 de noviembre de 2017

Borricón, Francisco López Borricón, o la reacción y el obispo.


Este poco recordado prelado inició una serie de obispos de Mondoñedo de origen burgalés. Nació el 3 de marzo de 1776 en Hornillayuso, aunque otras fuentes lo sitúan en Torme, y era de familia hidalga. Podemos encontrarnos referencias a estos apellidos en varias poblaciones de Las Merindades, en especial en la Merindad de Sotoscueva. La población de Bedón sería un ejemplo. Nuestro Francisco, Paco, inició sus estudios en la universidad de Burgo de Osma en 1790. Será consagrado en Madrid. Tendrá prisa por prosperar pero en 1794 perdió ante González Navas una Cátedra de Teología. Consiguió ser canónigo en la Catedral de Burgos.


Durante la Guerra de Independencia Francisco se implicó en la lucha y se salvó por intercesión divina (estaba en la sacristía cambiándose tras una misa) de la tragedia del pueblo segoviano de Grado de Pico de 1811. Allí se había trasladado la Junta de Burgos para iniciar el proceso de elección de los dos vocales que correspondían a dicha circunscripción según el Reglamento de Provincias de marzo de 1811.

Se enteraron los invasores que ejecutaron una acción relámpago. Al amanecer del día 21 de marzo los franceses sorprendieron a los miembros de la Junta -y a los centinelas patrióticos-. La confusión del asalto permitió que se salvaran algunos. El vocal de Pedro, Ramón Ortega, administrador interino de rentas, y José Ruiz, oficial de intendencia, se encontraban oyendo misa, por lo que pudieron esconderse en la bóveda de la iglesia sin que les vieran los enemigos. El oficiante, nuestro Juan Francisco López Borricón, juez de la Comisión de Secuestros, tampoco fue detenido.

Seguirá como canónigo en Burgos cuando en 1820, en el mes de junio, participa –y es juzgado- en el intento de sacar de Madrid a Fernando VII y a su familia a través de esta ciudad castellana.

Fernando VII

En 1824 Bernardo Sainz de Varanda y Pereda, nacido en Gayangos, fue preconizado deán de la catedral de Burgos y tomó posesión por poder otorgado a nuestro miembro del Cabildo catedralicio López Borricón. Todavía no era su momento, parece.

El medinés Dionisio Hidalgo, que en octubre de 1825 se matriculó para estudiar filosofía en el seminario conciliar de Burgos, comentó lo reaccionario que era ese centro con los estudiantes que no tomarían los votos. Relata que “el que después fue obispo de Mondoñedo y más tarde uno de los adalides más decididos en el campo de la reacción, Sr. Borricón, era rector del seminario: avisado por sus espías de que una media docena de estudiantes, yo uno de ellos, nos reuníamos a bailar y divertirnos con juegos propios de la edad juvenil, se presentó una noche en nuestra casa, rodeado de todo el imponente aparato de bedeles y criados, y después de habernos increpado de la manera más dura y despiadada y tomar nota de nuestros nombres, nos citó a la rectoral para el día siguiente a fin de llenarnos de improperios”.


El 5 de Marzo de 1827 Borricón fue designado por el rey Fernando VII para ocupar el puesto de obispo de Mondoñedo (Galicia) y tras cumplir todos los trámites civiles y eclesiásticos procede a la toma de posesión el 30 de noviembre de ese 1827. Por cierto, que nuestro hombre tardó años en abonar las bulas pontificias necesarias y así el 8 de noviembre de 1835 se le reclamaban las mismas.

Por lo que consta su pontificado no fue problemático. Como curiosidad indicaremos que fue entonces cuando se dejó de enterrar dentro de las iglesias de la diócesis -la fecha límite fue abril de 1833- debiendo enterrarse en unos cementerios todavía inexistentes. Aparte de los inevitables destrozos arquitectónicos estas prisas incrementaron los roces entre Francisco López y el gobernador de Lugo. La tensión fue máxima en el propio Mondoñedo al exigirse que los prelados y el resto de los miembros del clero fuesen enterrados en el cementerio general. Los curas querían enterrarse en un cementerio propio a espaldas de la catedral o en el claustro. Vamos, que la ley no tenía que ir con ellos.


Peleó también contra la vida licenciosa de los sacerdotes buscando que esta fuese intachable y ejemplo para los feligreses. Por ello, el nombre de Borricón irá enlazado al de Francisco María barros al que le forma causa criminal por su conducta escandalosa y lo encierra en el convento de Rosal-Alcántara de Mondoñedo.

Francisco López Borricón escribirá varias pastorales donde mezclará fe y política. En una de ellas hablaba del amor de los españoles a su rey y ataca a los que miraban con aversión a los Voluntarios Realistas. También es cierto que tocaba temas más clásicos de la iglesia como los amancebamientos, los divorcios voluntarios, el celibato...

Y muere Fernando VII. Si nos fijamos en Galicia veremos que es una zona proclive al pretendiente. ¿Por qué? Por un lado este territorio linda con Portugal, por donde los emisarios realistas de Madrid pasan tranquilamente. Portugal, dominado por las facciones de don Miguel -absolutista como don Carlos- era un camino seguro. Por otro, en Galicia coinciden varios personajes notoriamente absolutistas: el capitán general Nazario Eguía, el gobernador de la plaza de Ferrol, Zumalacárregui, el metropolitano Rafael de Vélez, arzobispo de Santiago, y en Mondoñedo, nuestro protagonista el obispo López Borricón.

Infante Carlos

Con la sublevación carlista, todos ellos ocuparán puestos significados: Eguía el de ministro de la guerra de don Carlos, Zumalacárregui el de caudillo del ejército del Norte, López Borricón el de vicario general castrense y Vélez el de presidente de la Junta Carlista de Galicia.

Puestos en antecedentes sobre perfil ideológico de nuestro Paco entendemos que, ante el decreto de la reina gobernadora del 4 de enero de 1834 sobre la “impresión, publicación y circulación de papeles”, enviase un escrito que le significará públicamente. Pensemos que ya estamos en plena guerra civil, en la primera guerra carlista. En el escrito afirma Borricón que la prerrogativa sobre la libertad de prensa no corresponde a los poderes públicos sino a los obispos. ¡¡La religión Católica quedaría anulada en esa función si la prohibición eclesiástica de un libro era levantada por el Supremo Consejo de Castilla!!

Pedía la reforma del edicto para que “quede intacta la autoridad divina de la Iglesia y libre el influjo y funciones natas de sus pastores para guiar a sus ovejas por el camino de la verdad”. De pasaba se quejaba de la supresión de conventos, de la suspensión de la toma de hábitos, etc.

Consecuencia: a Borricón se le ordena ir a Madrid en 10 de octubre de 1934. Se lo comunica el 23 de noviembre el superintendente de policía del reino. ¡Y empezamos el baile y las dilaciones! El burgalés contesta que está dispuesto a ir pero que en ese momento no puede porque hay cólera en la zona. Luego adujo que no había sido llamado según forma y enreda al cabildo. Finalmente parte el 5 de noviembre de 1834 hacia Lugo para tomar la diligencia que, saliendo de La Coruña, lleva la ruta de Madrid.

General carlista Cabrera

A la altura de Astorga se detuvo por encontrarse indispuesto. Tras el “necesario” tiempo para recuperarse avanzó hasta Valladolid donde su delicada salud le retuvo hasta noviembre de 1836 en que, dejando atrás cualquier subterfugio, se pasó a la zona carlista del norte.

A consecuencia de la fuga del prelado el gobierno expidió el 10 de diciembre de 1836 una orden al cabildo de Mondoñedo por la que, declarando al señor obispo decaído y privado de lodos los honores, rentas y consideraciones civiles y eclesiásticas, procediese a la elección de vicario capitular. Indicó que el gobierno de la diócesis debía recaer en eclesiástico de reconocida virtud, ilustración y probidad, y acreditada adhesión a la reina Isabel II. El gobierno no quería más traicioncillas.

Por su parte nuestro amigo López Borricón, bien relacionado y situado en la corte carlista participará –dado su cargo ante el pretendiente- en la expedición real de 1837 que recorrerá el noreste de la península y llegará a las puertas de Madrid para replegarse después sin entrar en la asustada capital.

Mapa de Rahden con la ruta de la expedición real carlista.

Pocos años le quedaban a López Borricón. La expedición real le acercó a la que sería su última residencia: Morella. Los carlistas la habían abandonado en diciembre de 1833 para volver a entrar en 1838. El general Cabrera convirtió la ciudad en capital administrativa y militar de los territorios bajo el control carlista. El gobierno liberal respondió enviando al general Marcelino Oráa que se retiró derrotado el 18 de agosto de 1838. Cabrera será recompensado por su rey con el título de Conde de Morella.

Hizo de Morella una plaza fuerte de primer orden y lugar de una academia de cadetes con un cabildo eclesiástico con dos obispos al frente: Herrero Valverde, prelado de Orihuela y el de Mondoñedo nuestro Borricón. Los liberales les tachaban de dejar de lado su ministerio y de dedicarse a fanatizar las almas y avivar el fuego de la guerra civil.

Iglesia del convento de San Francisco de Morella

Tras el convenio de Vergara, 1839, queda Cabrera frente a todo el ejército liberal al no haber aceptado la paz. El 18 de mayo de 1840, el ejército mandado por el general Espartero empezó su ofensiva contra Morella, y doce días la ciudad se vio obligada a capitular tras haber sufrido un intenso bombardeo. Pero para Francisco López Borricón la guerra había dejado de ser importante el diciembre anterior.

En octubre de 1840 se remite la partida de defunción de Borricón a Mondoñedo. La enviaba el cura ecónomo de la Iglesia Arciprestal de Santa María Mayor de Morella. Se decía que Francisco López Borricón había fallecido en allí el 12 de diciembre de 1839 y que estaba sepultado en la capilla del Santísimo Sacramento de esa iglesia (como vemos no se le enterró en un cementerio). Dicha partida le titulaba como: obispo de Mondoñedo, capellán mayor de S.M. Carlos V, vicario general de los ejércitos carlistas y delegado apostólico de Su Santidad Gregorio XVI.

Portada de la iglesia Arciprestal de Morella

Todo esto venía a cuento de la necesidad de cubrir legalmente la vacante de obispo de Mondoñedo. Y el cabildo gallego, desconfiado, exigió un segundo certificado de defunción.

Y no era para menos porque se conserva un escrito de la época –no firmado- donde se sitúa su fallecimiento el día 10 y no el 12. Da más detalles: la hora de la muerte fue las 16:30 horas y su cadáver fue colocado en la iglesia del convento de san Francisco, donde vivía, con centinela y guardia de honor. Será el 12 cuando lo trasladen a la Iglesia Arciprestal donde el obispo de Orihuela celebró la misa. A su término se cerró el féretro con dos llaves y se depositó en el nicho elevado de la capilla del Santísimo Sacramento.

Recibió todos los honores militares por los Reales Cuerpos de Inválidos, Artillería e Ingenieros y la guarnición de la plaza.

Fin.


Bibliografía:

“Burguesía y revolución liberal en la ribera del Duero burgalesa (1808-1840)” por Francisco Javier Iglesia Berzosa.
“La arriería en la merindad de Sotoscueva” por Pedro Fernández Díaz-Sarabia.
Periódico “Correo Constitucional, literario, político y mercantil de Palma”.
Periódico “Diario Constitucional, político y mercantil de Barcelona”.
Tesis doctoral “Propaganda, imagen y opinión pública en Burgos durante la guerra de la Independencia (1808-1814) por Alberto Ausín Ciruelos.
“Memoria sobre el origen del camino de Burgos a Bercedo” por Ismael García Dávila.
“Estampas histórico –burgalesas del siglo XIX” por Teófilo López Mata.
“La Junta Superior Provincial de Burgos durante la Guerra de la Independencia (1809-1813)” por Francisco Javier Iglesia Berzosa.
Periódico “el católico”.
“Las Epidemias de cólera del siglo XIX en Mocejón (Toledo)” por Juan Jesús Martín Tardío.
“Tipografía española, o historia de la introducción, propagación y progresos del arte de la imprenta en España. a la que antecede una noticia general sobre la imprenta de la Europa y de la china: adornado todo con notas instructivas y curiosas” en la edición corregida y adicionada por Dionisio Hidalgo.
“Historias” por Eugenio Martínez Ruiz.



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