Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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jueves, 24 de agosto de 2017

Opiniones dejadas por el camino de Orduña a Berberana.


Hoy Seguiremos el camino que realizará el viajero Karl Friedrich Von Jariges desde Bilbao hasta Burgos para que él nos comente cómo vio su paso por la más vieja Castilla y nosotros hablemos del camino de herradura que enlazaba Orduña y Berberana. Karl nació en Berlín el 3 de setiembre de 1773, era hijo de un consejero de Magdeburgo y miembro de una familia aristocrática. Siendo niño murió su padre y la madre se volvió a casar con un rico comerciante -Plönies de Magdeburgo- que cuidó mucho la educación de Von Jariges.

Estudió en la Escuela de Comercio de su ciudad y luego en el monasterio de Bergen donde se hizo amigo íntimo de St. Schütze, quien escribiría su necrológica. Completó su formación en otras universidades y fue nombrado auditor de cámara de Berlín. Pero dimitió para dedicarse a la crítica literaria y a los idiomas.

Viajó por Suiza. Y, quizá animado por esta experiencia y por los contactos comerciales que poseía acometió en 1802 el viaje a España. Penetró por la frontera de Irún para reunirse en Bilbao con sus amigos von Vincke y Hecht quienes sacaban sus ovejas merinas de Castilla para Hamburgo por ese puerto. Conocedor del francés, inglés, castellano e italiano Karl aprovechó para publicar sus comentarios en las Revistas de Literatura de Jena y Leipzig. Tradujo, e imitó, novelas de esas lenguas y efectuó traducciones que publicó en Almanaques y Revistas. Así hizo con “Romances españoles” y la shakesperiana “Troilo y Cresida” impresas en Berlín en 1823; “El rey Lear” y “La Comedia de las equivocaciones” del mismo autor inglés en 1824 en Berlín y en la Biblioteca de bolsillo de Zwiekau de Sajonia.

"Bilbao" Braun Hogenberg 

Al final de su vida trabajó en la “Revista de literatura” de Weimar, dirigida por su amigo Schutze. Fue desterrado por sus críticas al teatro de Weimar. Amaba la soledad y era muy independiente y según su citado amigo, había nacido para la crítica. Murió el 22 de junio de 1826.

Como hemos dicho, Karl entró en España por Irún junto a otros viajeros cuyo destino era Madrid. En una balsa cruzó el río Bidasoa. Desde el primer momento notamos el perfil crítico de su carácter. Aunque podría pensarse que más que eso fuese racismo y supremacismo frente a lo hispano cuando deja caer perlas, ciertas por otra parte, como que “Entonces estábamos ya sobre suelo español, lo que todavía fue confirmado, cuando un grupo de media docena de Capuchinos, se cruzaron con nosotros”.

Pero no solo despelleja al nativo sino que guarda inquina para sus compañeros de viaje como cuando describe la inteligencia de dos damas francesas -culpables de su mismo delito- de la siguiente forma: “Pernoctamos nosotros en Orean (¿Orendain?) en una pequeña posada buena y muy limpia; la posadera y su hija comprendían muy bien la lengua Francesa y fueron tan amables que, durante la comida, nos dieron una pequeña lección de Castellano, de la cual mis dos compañeras de viaje, muy a la Francesa no comprendieron ni una sola palabrita; y sin embargo, una de ellas, quería instalar en Cádiz una sombrerería. Como ambas jóvenes señoras francesas encontraban todo lo Español malo e insoportable y, en su boca, París era siempre la tercera palabra, se puede deducir ya su total indiferencia respecto al idioma Castellano, del que sin embargo, no podían prescindir. Especialmente fueron objeto de sus burlas los frailes y los curas, y no se les ocurrió pensar que, hasta hace pocos años, su propia patria estaba completamente colmada de los mismos. Muchos clérigos que, durante la Revolución, se expulsaron, volvían ahora desde España a Francia”.

Aduana de Orduña

Von Jariges compartió el adusto carruaje hasta Vitoria. Desde allí hasta Bilbao fue en mula, porque el camino no era para coches. El escritor se cruzó con reatas de mulas que portaban mercancías por esos caminos de montaña. Eran los llamados caminos mulateros.

Pinta una imagen de los vizcaínos como pueblo alegre y despierto. Pero puntualiza que es fruto de un bienestar asociado a una serie de privilegios frente al resto de españoles. Tras explayarse en las virtudes de Bilbao, sus gentes y su comarca continuó solo, sin sus amigos, su viaje hacia el interior de España. Partió “a caballo” hacia el valle de Orduña. Pero esta montura resulta extraña en un viajero que, lógicamente, la habrá alquilado. Más normal hubiera sido alquilar una mula –como en su viaje desde Vitoria- que resulta más resistente. Tardó unas seis horas en llegar a Orduña.


Las alternativas a las que se enfrentaba para llegar a la meseta castellana eran varias porque los caminos de Bilbao a Burgos se presentaban en tres grupos o ramales:

  • Por Valmaseda (con aduana), Villasana de Mena y el desfiladero de los Hocinos.
  • Por la peña Angulo, Valle de Losa y el desfiladero de la Horadada.
  • Los caminos que atraviesan la Sierra Salvada: el del portillo del Aro, por Orduña y el que discurre entre San Pedro de Beraza y Dardoza. Estos son los caminos candidatos a ser el elegido por Von Jariges en especial, lógicamente, los que pasan por Orduña (con aduana).


Ascendió la peña que limita Vizcaya con Castilla Vieja –Las Merindades-. Cuenta en sus textos que el ascenso duraba una hora y era muy trabajoso. Y, ayer como hoy, compensaba el esfuerzo la magnífica vista: la llanura bien cultivada del valle, la pequeña ciudad de Orduña y las ásperas sierras de Vizcaya que se extienden hasta el mar.

Pero con esta descripción teníamos dos caminos que vamos a estudiar antes de seguir al ácido Karl monte arriba. Debemos adelantar que tanto el camino de Valmaseda como la vía de Orduña eran objeto de mayor atención e inversión en el mantenimiento de sus infraestructuras porque eran aduana para todos los productos que entrasen o saliesen del viejo Señorío y, por ello, canalizó una cuota importante del flujo comercial y humano entre Castilla y los puertos de Vizcaya. 



Claro que, desde Orduña, tenían “La Peña”: un escarpado roquedal de caliza que corre de Este a Oeste dentro de la Sierra Salvada. La elevación de este corte escarpado destaca desde largas distancias si se mira desde el Norte, aunque desde el Sur por la parte del valle de Losa se llegaba a la Peña suavemente, descubriendo allí una pronunciada y repentina caída de 600 m en un muy corto espacio de terreno, algo que actuó históricamente como una barrera difícilmente practicable para el comercio y el transporte de mercancías, y que obligó a adoptar, en todas las épocas, medidas extraordinarias para atravesarla en las mejores condiciones. Incluso fue límite natural de los ejércitos contendientes en las primera, tercera y cuarta guerras civiles recientes de España.

Los dos caminos escogidos eran:

  • La vía del paso de Goldecho que desde Pancorbo, Grisaleña, Briviesca, Monasterio de la Rodilla y Villafría hacia Burgos. Era un enlace con la ruta de Orduña a Bilbao. Se intentó convertirlo en camino carretero en los siglos XVI y XVII pero nunca se logró y siguió siendo utilizado solo por bestias y peatones.
  • El segundo camino serpenteaba desde Pancorbo a Berberana y Orduña por el paso de (la ermita de) San Bartolomé. Por cierto, Von Jariges no la llegaría a ver porque en 1764 –fecha de la mejora del camino- ya no existía. De hecho, se descubrieron sus cimientos. Esta era la vía principal de acceso a Vizcaya desde Castilla. Atravesaba Pancorbo, Santa Gadea, Puentelarrá, Bergüenda, Osma, Berberana, Puerto de San Bartolomé y Orduña camino de la capital vizcaína. También se le conocía como el de “la venta de Arbín”


Sobre el paso de Goldecho, o de Charlazo, diremos que constaba de una serie interminable de vueltas y revueltas que salvaban el fuerte desnivel de unos 600 m, que existía entre la ciudad de Orduña y el alto situado a algo más de 900 m. Era el paso que utilizaban los que llegaban por Bóveda y Valpuesta.


Tributariamente estos caminos eran una fuente de ingresos jugosa pero la contrapartida era el caro mantenimiento. Así, en 1553, por Carta Real de Carlos I se autoriza la construcción de un camino de Portugalete a Losa, pidiendo la ciudad que la nueva vía transcurra por la peña de Goldecho, pero “la escasez de recursos y la oposición de Álava, Guipúzcoa y Burgos”, lo hicieron imposible. Y, aunque las ventajas para la ciudad eran indudables, los daños provocados según algunos vecinos serían importantes, ya que si por ir en carros las lanas no se alojaban en la ciudad –de hecho ni pasarían por ella porque atajarían por Mendeica y Echegoyen-, esta no recibirá beneficio, pero se quedará con la molestia causada por las carretas castellanas, con los caminos deshechos y consumidos sus pastos, montes, sembrados y viñas. Sus dueños querrán además conducirlas en los mismos carros hasta Bilbao, sin descargar más que dos o cuatro sacas para pesarlas en la aduana, como suele hacerse para el pago de los derechos reales, lo cual “es muy factible por la facilidad de disponer el camino para carros desde esta ciudad a la villa de Bilbao, pues en el estado presente se llevaran lanas en carros hasta el convento de la Encarnación bordeando el rio”. Añaden que los comerciantes conseguirán con el tiempo, como alguna vez han intentado, que los derechos de las lanas que se pagan en las aduanas de Orduña, Vitoria y Valmaseda, lo hagan en la legua del agua y en tal caso no se dejarán las lanas en Orduña. Además siempre se dependerá de la voluntad de los mercaderes, de no alojar las lanas en la ciudad cuando tuvieren el navío próximo para embarcarlas.

Las partes más interesadas en el arreglo del camino viejo de Goldecho y en colaborar en su coste, son el Concejo de la Mesta, la Cabaña Real de Carreteros, la casa de Contratación y la villa de Bilbao, y los mercaderes de Segovia, Madrid, Cuenca y otras partes de Castilla. Orduña había traído los mejores maestros de las cercanías para que reconociesen la planta y condiciones de la obra y se rematase en el mejor postor. Enviaron repetidas veces sus comisarios a Bilbao y su casa de Contratación a solicitar su aportación. Respecto a la dificultad de la Peña de Goldecho, tan exagerada por Alava y Valmaseda, opinaban los de Orduña que no es comparable a la de Villalta y Ntra. Sra. de la Hoz, donde los temporales de nieve eran muy penosos.


Junto al de Goldecho estaba el paso de San Bartolomé. Este es el que empleamos hoy como camino de coches tras ligeros cambios en su trazado. Un sendero de mulas debía salvar desde Orduña el desnivel de unos 550 m hasta lo alto de la cresta a unos 850 m de altura, tras una continua sucesión de vueltas y revueltas que agotaban a bestias y hombres, una legua larga de permanente subida. En un pleito de 1494 entre la ciudad de Orduña y la villa de Villalba de Losa sobre términos y dehesas en la Sierra Salvada, se menciona “el camino real que ba de San Bartolome a Berberana”. Esta vía se consolidó como la principal vía de acceso a Vizcaya desde Castilla. Claro que debió ser porque los mercaderes de Burgos declararon en 1502 que transportaban la mayor parte de sus lanas por él. Una afirmación interesada para no contribuir a la reparación del camino de Laredo.

A pesar del gran obstáculo que suponía el paso de la Peña de Orduña, este camino contaba con la ventaja de que tal obstáculo era prácticamente la única dificultad pues el resto del camino discurría por terrenos suaves. La elección de la Peña de Orduña como paso, responde, según Arízaga y Martínez, a una obcecación de los bilbaínos por la vía directa, ya que con un simple rodeo se podía haber optado por soluciones más sencillas, como el camino por Unzá. Así, el desarrollo del puerto de Bilbao impulsará la conservación y mejora del puerto de montaña.

Caballo losino

Todos los itinerarios publicados mencionan este camino. Quizá Karl, Carlos, llevaba entre su equipaje un ejemplar de alguna guía reciente. Supongamos que en castellano o francés. Tal vez la obra de Matías Escribano que incluye en su Itinerario de 1758 esta vía, la de Campomanes de 1761 o “la Guía General de Postas” de Espinalt de 1785.

Entre los años 1567 y 1579, se produjo un primer intento por posibilitar el paso de carros apoyado tanto por los mercaderes, como por la villa de Bilbao y su Consulado. En Mayo de 1576 Alonso de Madrid, secretario del consulado de Burgos, viajó hasta la peña de Orduña para estudiar la situación y, también, se enviaron representantes a la Corte y se explicó que podría ser viable un camino ancho para dos carros pero que tendría un coste económico alto. Y dada esa limitación se proponía que fuese una “obra de interés general del reino” y no se pagase por Orduña o el Señorío de Vizcaya solo. A pesar de los esfuerzos realizados, esta actuación no se podrá llevar a cabo y habrá que esperar al siglo XVIII para que esto mismo se resuelva adecuadamente.



Itinerario de José Matías Escribano
referente a esta ruta

El éxito del camino de Guadarrama animó a los orduñeses a solucionar el problema de los carros por “La Peña”. Se movieron todos los resortes que se pudieron encontrar. Incluimos entre ellos la carta del Marqués de Viana al Marqués de la Ensenada (20/02/1873) donde abogaba por esta obra. Con esta misma fecha, el Ayuntamiento de Orduña envió también, al Secretario de Estado, un proyecto realizado por los maestros de obras D. Juan Bautista de Ibarra y D. Vicente de Muguira, quienes habían reconocido el referido camino.

Los maestros citados argüían el ahorro de las jornadas de camino y la fácil solución del obstáculo de San Bartolomé, que se podía resolver con el trazado de algunas curvas, a semejanza de lo realizado en el Puerto de Guadarrama, así como lo bien provistos de excelentes alimentos que estaban sus pueblos.

Con respecto al tramo hasta Berberana dicen: “Desde la ciudad de Orduña hasta la villa de Berberana, saliendo por el portal de San Francisco y Puente de la Torre, a la Peña Vieja de San Bartolomé, (usada desde tiempo inmemorial) siguiendo la Sierra Salvada, por el camino que llaman de la Lobera, 30.500 pies, cuyo coste, incluyendo el de la Peña y dar mejor latitud a dicho puente de la Torre, estimaron en 574.959 reales de vellón. Desde Berberana a Espejo de Osma, Santuario de Ntra. Sra. de Angosto, por la cercanía de la Venta Blanca, midieron 32.341 pies y su coste de 335.489 reales de vellón”.

Berberana (Las Merindades- Burgos)

Y, retomando las descripciones de Von jariges y su camino ascendente, nos dice que llegó a una venta situada en la subida, antes de coronar “la Peña”. No la identifica pero podría ser la “Venta de Arbín” que denomina –de forma secundaria- este camino o la “Venta de la Peña” según el itinerario de José Matías Escribano. Carlos la define como “posada pobre que asienta aislada cuyo vino y pan, a causa del viento agudo y doloroso, sin embargo, me dieron un bienvenido consuelo.” Allí descubrió Karl lo que era un porrón. Y sin salir de Vizcaya porque la posada a la que se refiere todavía estaba en el señorío.  

Una vez coronada la peña de Orduña estará tres horas atravesando las tierras del Valle de Losa en la zona de Berberana. En sus palabras: “A las tres horas desapareció la áspera y no cultivada superficie de la montaña y en el valle, sólo un poco más bajo, aparecieron de nuevo los campos frutales, antes de Osma, donde yo pernocté”. Los frutales solo aparecen poco antes de llegar al pueblo alavés de Osma, junto al límite con Burgos. No nos habla del lugar donde pasó esa noche por lo que vamos a conjeturar que pudo ser la “Venta del Monte” en la zona de Osma. Lo que si nos cuenta es que salió de Álava atravesando “el gran puente sobre el diminuto Ebro” y entró en Castilla la Vieja. Lo del río me sorprende y quizá, solo quizá, recordase el Omencillo y lo llamase Ebro. Con respecto al puente entiendo que se referiría al puente de seis ojos de Puentelará.

Tal vez parte de su despectiva imagen sobre Castilla esté relacionada con el incidente con un “aduanero” del límite foral que le revisó el portamantas y le cobró un duro por llevar algo de tabaco. Afirmó: “Ya este desagradable suceso me recordó que yo no me encontraba en la libre tierra de Vasconia y no había avanzado mucho en mi viaje, cuando eché de menos la música y el baile, las habitaciones más limpias y el vestido rico de ambos sexos; todo a mi alrededor, tanto las personas como la naturaleza, adquirió un aspecto austero y triste; era como si la vida se deslizara sólo en el mínimo necesario y que bajo los cuidados cotidianos, por la mera alimentación y vestido, hubiera muerto toda diversión y alegría. Casi dolorosa es la visión de las caras delgadas, casi negras por quemadas, con la mirada oscura de fuego y los cabellos negros como cuervos y capa morena y con petachos y las gorras oscuras (¿boinas?) que daban cierta clase de aspecto de bandidos”.

Recorrido (Google)

Tendrá en todo el relato al que he tenido acceso una visión muy positiva de los vascos y de las provincias exentas. Por oposición sus impresiones sobre Castilla son bastante decepcionantes. Puede que en ello pesasen sus prejuicios contra la, todavía, potencia católica. Para él “las Castillas se muestran mucho más severas y menos alegres, por el menor bienestar. Castilla no tiene el carácter suizo que es peculiar a los paisajes vascos y aunque otorgan en verdad en algunas comarcas (sobre todo en la Sierra del Guadarrama), paisajes sorprendentes y curiosos, sin embargo, es pobre en escenas realmente encantadoras o sublimes y el escaso cultivo en Castilla la Vieja con sus estepas inconcebibles que están cubiertas en seguida con arbustos y guijarros aumenta lo hostil y severo, que debe de ser chocante sobre todo para el viajero que viene de Bilbao y desagradable, pues las tierras que él acaba de dejar, eran risueñas y acogedoras. Para este rechazo contribuye no poco el clima distinto, el cual en especial en las partes montañosas es muy variable; así cuando en el llano asienta un bochorno opresivo, en las montañas corre sobre las alturas un viento frío, que se siente mucho y se extiende hasta los páramos. Además en este trayecto no son buenos los caminos, pues la calzada termina pronto y bastante lejos comienza de nuevo; ni los posaderos pertenecen a los buenos y algunas posadas no son otra cosa que la que proporciona solamente un techo”.


El alago sobre Castilla es de tipo lingüístico: “Como los castellanos hablan muy bien su lengua, es natural que a ellos muchos errores de la lengua que los vasco hablantes corrientes, cuando hablan castellano suelen efectuar, pueden servir a la hilaridad”. Como el vizcaíno de “El Quijote”.

En el segundo día del viaje, alcanzo Pancorbo.


Bibliografía:

Revista “Aztarnak”
“Caminos burgaleses: Los caminos del norte (siglos xv y xvi)” tesis doctoral por Salvador Domingo Mena
“Itinerario español” de José Matías Escribano.
“Apuntes para una historia del transporte en España” por José Ignacio Uriol.



Para saber más:

Caminos de Orduña (Ezagutu Urduna)



Anexos:

Itinerarios que mencionan este camino:
“Cosmografía” (1517) de Fernando Colón.
Repertorio de caminos (1546) de Pero Juan Villuga, se incluye con una variante entre Burgos y Monasterio de Rodilla que discurre junto a la venta de Hurones, coincidiendo con la Descripción ya mencionada de Fernando Colón y con las referencias que se harán en los itinerarios de 1576 y 1705 y en el viaje de Jouvin de 1672.
“Repertorio de Caminos” de Meneses (1576).
“Itinerario de Postas” (1608) de Ottavio Cotogno, lugarteniente del Correo Mayor de Milán.
“La Guía de caminos” (1674) publicada en francés, traducida por Pedro Pontón y publicada en España en 1705. Hubo reediciones como una de 1727.
“Guía de Caminos, para ir, y venir por todas las provincias de España, y para ir a Roma, partiendo de Madrid à Barcelona, por el camino más breve, que se halla a los Caminantes”, copia del Pedro Pontón.
“Itinerario de Caminos” de Matías Escribano (1758)
El Itinerario de Campomanes de 1761
“Guía General de Postas” de Espinalt (1785).



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