Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 11 de junio de 2017

Viviano acusa.


Gracias a una pelea que ocurrió en Espinosa de los Monteros hablaremos un poco de lápidas y voluntarios. La información duerme en unos legajos guardados en el Archivo de la real Chancillería de Valladolid a los cuales, siento decirles, no he accedido pero que puede ser un buen pie para algún espinosiego con interés y posibilidades.


Los legajos nos informan de la existencia del Pleito de Viviano Porras Arredondo, marqués de Chiloeches y la Celada y comandante del Tercio de Voluntarios Realistas de infantería de Espinosa de los Monteros, contra Sandalio Arce, escribano del número de Espinosa de los Monteros y sargento del citado tercio, y José María López, su criado. Viviano, o Bibiano, era el esposo de la cuarta “marquesa” de Chiloeches, doña Luisa Francisca Ortiz y Otáñez -hija de Miguel Ortiz de Otáñez- y poseedor del título por matrimonio en 1816.

Bibiano, o Viviano, era hijo de Antonio María de Porras, señor de los lugares de Puentedey y de Quintanabaldo, único Patrón de las Iglesias de Santa María de Dosante, San Miguel de Cornezuelo y Santa Juliana de Cidad; señor también de las casas fuertes de Cidad, y Vega de Estramiana; y de María Josefa de Arredondo y Cea de Guzmán el Bueno. Compartió padres con Antolín María y Andrés.


Bibiano de Porras fue padre de Francisco María, Gabina, María Trifona, Justo, Narcisa y Teodoro. Francisco María de Porras y Ortiz Otáñez heredó el Marquesado. Curiosamente el antecesor de Viviano en este marquesado había sido un declarado liberal, incluso afrancesado, y el de este momento, y su sucesor, serán de la “otra España”. Bibiano obtuvo el cargo de Montero de Cámara en 1832. Pues bien, el marqués acusaba a su subordinado en el tercio de Voluntarios Realistas, Sandalio Arce, de haber custodiado en su casa una lápida de la Constitución y sembrar discordia entre los realistas.

Vale, parémonos aquí. ¿Qué era eso de la lápida de la constitución? ¿Cómo los cien mil hijos de San Luis habían matado a La Pepa se construyeron lápidas para su enterramiento? No. No era así.

Para comprenderlo debemos descubrir “el culto a la libertad” que se promulgó en el trienio liberal (1820-1823): se divulgaron eclécticas imágenes donde se mezclaban figuras femeninas cubiertas por un manto que portaban una cruz; se escribieron letanías para ensalzar a los héroes de la revolución liberal; se divinizó la constitución de 1812 como fuente de luz que disipaba las sombras del despotismo absolutista y que la convertía en la nueva vencedora ante las tinieblas; inclusión de la imagen de la constitución en el triángulo representador de la divinidad; y veneración de las lápidas constitucionales erigidas en los pueblos y ciudades. Por supuesto estas no eran las únicas formulas porque se llegaron a pintar artículos de la constitución en fachadas de iglesias y claustros de conventos. La profanación daba publicidad a la causa constitucional.


Y llegamos a 1823. Cae el régimen constitucional y los realistas tendrán una fiebre iconoclasta que destruirá mucha, casi toda, de aquella simbología y que nos impedirá hoy conocer aquel legado. Es el peligro de las leyes de Memoria Histórica que con la destrucción legal de vestigios históricos eliminan y moldean el pasado a favor de –muchas veces- vergonzosas razones. En este sentido la destrucción de las lápidas constitucionales fueron los actos más reseñados por la historiografía. Pensemos en la baja instrucción del pueblo llano y la carga simbólica de esa lápida en la plaza de la población. Eliminarla, destruirla, destrozarla era dejar patente el fin de la constitución y del liberalismo. Y, al parecer, va Sandalio Arce y oculta una de estas placas heréticas.


No solo eso sino que agrava su situación haciéndolo mientras forma parte de los Voluntarios Realistas ¡nada menos! Asuman que las VR fueron unas unidades paramilitares o parapoliciales que se crearon inicialmente para aprovechar aquella masa de lealistas que se habían movilizado contra la constitución. Una orden del ministerio de la guerra de junio de 1823 los da carta de naturaleza. Podían formar parte de ellos los vecinos de 20 –luego 18- a 50 años, de buena conducta, honradez reconocida, amor al Soberano y adhesión a su causa y a la abolición del sistema constitucional. Los reglamentos de 1824 y de 1826 modificarán alguna de estas condiciones.

Los Voluntarios Realistas fueron la herramienta más poderosa para los absolutistas, como antes los habían sido los milicianos nacionales para los constitucionalistas, y organizados a su vez en núcleos locales y provinciales. Fernando VII depositó en aquellos su confianza ya que el Ejército estaba muy dividido por ideologías antagónicas y no le merecía confianza. Obviamente, los Voluntarios Realistas se mostraron mucho más activos abortando conspiraciones que persiguiendo malhechores. Como en el caso de Viviano frente a Sandalio.

Los voluntarios debían reunirse a la llamada de sus jefes, con armas o sin ellas, hacer servicio dentro de las poblaciones, mantener el orden, custodiar ayuntamientos y lugares públicos, luchar contra el contrabando y ser bomberos. Pero no dependían de los Ayuntamientos sino de las autoridades militares.


Pero en esa convulsa época esta unidad realista también fue refugio de constitucionalistas que, sorteando los filtros, escapaban de la ira del cetro y el báculo. Hay constancia de esto en Potes, San Esteban de Gormaz, Navarrete… Esta inclusión era más fácil cuando se era escribano municipal o se disponía de algún cargo en el lugar al ser los ayuntamientos, en un principio, los calificadores y admisores de Voluntarios Realistas.

La causa contra Sandalio y José María se inicia de oficio el 18 de marzo de 1825, remitiéndose los autos al gobernador y los alcaldes del crimen por parte de la Comisión Militar Ejecutiva de Valladolid. Por auto del 15 de noviembre de 1825 mandan que los autos se envíen a la justicia de Espinosa de los Monteros, para que instancie y determine la causa. La sentencia definitiva se dicta el 18 de mayo de 1826 por Leonardo Diego Madrazo, alcalde ordinario de Espinosa de los Monteros, y al día siguiente se remiten los autos a la Sala de lo Criminal. Finalmente, El gobernador y los alcaldes del crimen dictan auto definitivo el 13 de julio de 1826.


Desconozco cual pudo ser la sentencia –y no niego que me llena de curiosidad- por lo cual solo puedo conjeturar. Y, como ya suponen, esta actividad conduce casi siempre al error. La normativa previa al Reglamento de Voluntarios realistas de 1826 indicaba que sería expulsado quién hubiese pertenecido a la Milicia Nacional o hubiese tenido empleo en el Gobierno Constitucional con solo la delación por parte de individuo sin sospecha que probara sus palabras con tres testigos. Incluso se indicaba que se podría llegar a encarcelar al que intentase formar parte del cuerpo teniendo estas faltas constitucionales.

¿Era Sandalio un constitucionalista refugiado bajo el ala de los Voluntarios realistas que salvó una lápida de su destrozo? ¿Quién era Sandalio Arce? ¿De donde era la lápida? ¿Por qué se atrevió a ello? Y finalmente, ¿eran ciertas las acusaciones?

Quizá la más fácil de responder es la filiación de este espinosiego “lapidofilo”. Parece que el linaje procede de Asturias y una rama del mismo llegó a Espinosa a fines del siglo XV. Como curiosidad, y muestra de posterior supervivencia, nos lo encontramos en 1840 como Montero de Cámara de la reina Isabel II. Podríamos deducir con este y otros indicios su clara filiación liberal y que este juicio no le lastró definitivamente.


Junto al desarrollo del pleito, Cosme de Velasco (Quizá el montero Cosme Damián de Velasco -1816- ) y Antolín de Pomar, otros vecinos de Espinosa de los Monteros, se querellaron contra Sandalio de Arce por lo que estampó contra ellos en cierto escrito de la causa. ¿De qué pudo acusarles? Puede que les acusase de liberales lo que, en los años de la Década Ominosa era terrible.

El escribano del pleito fue Alonso de Liébana Mancebo desde su escribanía “Liébana Mancebo” e, irónicamente, este asunto está adjetivado como “pleitos olvidados”.




Bibliografía:

“Las imágenes en la cultura política liberal durante el trienio (1820-1823): el caso de Barcelona” por Jordi Roca Bernet de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Archivo PARES.
 “Los cuerpos de Voluntarios realistas” Federico Suarez.
Diario Balear.
“Los Monteros de Espinosa” Rufino Pereda Merino.


Para Saber más:



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