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lunes, 5 de diciembre de 2016

San Juan de la Hoz (Ascenso e Iglesia)


Debemos trasladarnos a Cillaperlata para conocer este mágico lugar, en la hoz que forman dos montes de la sierra de la Llana, que nos espera, al menos, desde el año 790. Inició su camino como monasterio independiente dúplice y luego fue priorato de San Salvador de Oña.



Quizá surgió como agrupación de eremitas tanto por la existencia de cuevas en el entorno –Covanuto y la Cueva- como por su dedicación a San Juan. Será el Padre benedictino Argáiz, del monasterio de San Salvador de Oña, el que señala cuatro fechas sobre este monasterio: 290, 551, 839 y 921.

La primera fecha la engarza hablando del monje Hauberto (847-922) que le hace decir que “en el año 290, en la cuidad de Frías, cerca de la merindad Bureba y de la villa de Poza, fueron quemados todos los ciudadanos un 7 de febrero, siendo capitán o duque suyo Adauco, también ciudadano. Los cuerpos de muchos fueron trasladados por los cántabros, vecinos de la Villa de Espinosa de los Monteros, unos, al monasterio saliense, otros a la iglesia de Santa María del Valle”. Para el padre Argáiz “saliense” sería un término erróneo porque el monasterio de Salas se construye en el 666 y el adecuado sería Cellense y referido a San Juan de Cella, que es como lo denomina Hauberto. (¡En fin, Serafín!)


La segunda fecha, 551, también es fruto del dúo Hauberto y Argáiz. Consta que el monasterio de San Juan de los Butrones fue edificado por el obispo Llano (¿Fredense?) y que su primera abadesa fue Domicia. Luego que en 839 floreció Santa Sotaria en el monasterio Benedictino de los Butrones y que, en 921, destaca Santa Scopia como abadesa del monasterio de San Juan de Cillaperlata. Argáiz elimina otros monasterios anexos a Oña porque no fueron dúplices con lo cual asigna todas estas notas a San Juan de la Hoz de Cillaperlata. Claro que hacer caso, sin soporte documental, al padre Argáiz…

Otra leyenda –mucho de lo anterior lo sería- es la que dice que el rey Fruela (757-768) fue enterrado en este lugar. Todos lo arriba citado solo sirven para resaltar que San Juan de la Hoz era muy antiguo. ¿Cuánto? ¡Chi lo sa!

(Cortesía de ZaLeZ)

Gracias a los documentos de donación podemos desbrozar la vida de este centro religioso. La más antigua, aunque se ha perdido el documento dado a conocer por Yepes (¡mecachis!), data del 954 en una donación de un conde Sancho –en esos años era conde de Castilla Fernán González- y en el 967 doña Eldoara concede a San Juan, dirigido por el abad Ovidio, varios lugares.

Pero parece que podría ser de construcción tardovisigoda (siglos VII-VIII), quizá dentro del programa evangelizador de los reyes visigodos iniciado en el siglo VI en las tierras de Las Merindades y contornos. Podríamos llegar a situarlo en combinación con el complejo de Tedeja y Santa María de Mijangos formando así un virtuoso triangulo.


Venga, el primer documento real que se refiere a este monasterio lo presenta como abadía y relata las posesiones que obtiene y no son pocas. Les ahorro la relación pero les indico que fue en el 790. Repito 790 d.C. Hay otros documentos con donaciones que nos permiten seguir el ritmo vital del monasterio.

No se sabe la regla que rigió en su inicio. Pudo ser la no escrita de San Agustín o la de Juan de Biclara obispo de Gerona (591-621). Pero, más tarde, se aplicó la de San Fructuoso que lo rigió durante los dos primeros siglos de la reconquista.

El padre Úrbel señala un documento en el que se detalla que siendo abad del monasterio de San Juan de la Hoz Alejandro II lo entrega al conde de Castilla y el nombramiento de Oneca como abadesa en 1002. En un documento que estaba en la regla de don Domingo se conoció que Diego Fernández y Diego Fuertes profesaron como monjes en San Juan de la Hoz sujetándose a la obediencia de la abadesa Oneca y donando la hacienda que tenían en la comarca del monasterio. ¿Qué nos dice esto? Pues que el monasterio era importante en esa Castilla.


Ese segundo documento nos resalta, a su vez, el aspecto del monacato dúplice al figurar como consejero al abad Juan. Esta duplicidad, procedente del concilio II de Sevilla presidido por San Isidoro, se implantará en San Salvador de Oña cuando en 1011 nuestras monjas de Cillaperlata y su abadesa sean trasladadas allí para arrancar la vida monacal del nuevo monasterio. Al fin y al cabo, quién mejor que la tía carnal de Tigridia, flamante abadesa de San Salvador de Oña e hija del conde de Castilla Sancho García, para enseñar a gobernar el convento. Por supuesto, para la protección espiritual llegarán a Oña los monjes de San Salvador de Loberuela.

Y, es que, Oneca, nuestra infanta-abadesa tuvo una vida de –podríamos decirlo así- “grandes servicios al estado”: rehén de paz con Almanzor en Córdoba, cuando vuelve a Castilla es abadesa de San Juan de la Hoz y, luego, San Salvador donde fue la primera abadesa y maestra de su sobrina.

Muro conventual

Con la abadesa se traslada también la titularidad del monasterio y San Juan se convierte en priorato. En 1017 las enseñanzas a Tigridia finalizan y Oneca vuelve al ya dependiente San Juan de la Hoz. Será, Oneca, parte del consejo de regencia de su Sobrino García Sánchez y a la muerte de este (1028) pasa al partido de los reyes de Navarra. Será por eso que, en lo que podríamos considerar como el testamento de Oneca hecho el 7 de julio de 1020, entrega a Sancho III y a doña Mayor sus señoríos, palacios y heredades.

¿Murió? No todavía aparece en algún documento más y parece que en 1045 vive en el reino de Navarra al constar una donación de una villa que tenía en Busto de Bureba a Oña. Claro que Oneca no volvió por la zona de San Juan de la Hoz por, principalmente, su alineamiento con Navarra.

Sacristía de la iglesia de San Juan de la Hoz

La fecha de la muerte Oneca la desconocemos pero ella colocó a San Juan de la Hoz de Cillaperlata como un monasterio condal por la importancia de su abadesa, por su participación en la fundación de San Salvador de Oña y por la estima que tenía entre los prioratos de este último monasterio.

La historia de este monasterio continúa, por supuesto, pero será contada otro día. Ahora nos detendremos para visitarlo. Aunque sea en parte. El monasterio contaba con un área de 1.225 metros cuadrados que era suficiente para el mantenimiento de una pequeña comunidad.

Los restos arqueológicos han sido expoliados, trasteados y, finalmente, objeto de siete campañas de excavación durante los años 1979, 1980, 1981, 1982, 1983, 1984 y 1986. 66 días en total, no se crean. Y, por supuesto, campañas de limpieza y consolidación para salvar estos románticos restos.


En la primera campaña encontraron fragmentos de cerámica, un par de monedas (de este tema ya hablaremos), piedras labradas y decoradas, un asa metálica y dos figuras de Cristo. El perfil de lo recuperado se mantendrá durante todas las campañas. Con los trabajos se comprobó que, por ejemplo, la bodega de los frailes no fue la ocupación inicial.

Pero entremos ya en la iglesia. Conocemos su planta y su estilo por los restos hallados. Hay fotos…de la iglesia que se construyó en el barrio de arriba con los materiales del monasterio después de ser quemado en el siglo XIX.

Tenemos una sola nave en cuatro tramos:

Iglesia desde los pies de la nave

Ábside: Semicircular, 4`22 metros de diámetro y base de altar de 1`35 m por 94 centímetros. La altura era de 7-10 centímetros. Estaba construido con sillares de piedra caliza de los que quedan unas dos hiladas. Por supuesto, no sabemos nada de la decoración que tuvo y pero sí que, inicialmente, fue más alto. Bajo el alero llevaba una decoración de billetado de poca profundidad.

Presbiterio: son 5`18 metros de ancho por 3`30 metros de largo. El banco adosado se conserva en ambos laterales con su borde bocelado y estriado y sobre esos bancos podrán ver dos semicolumnas, con base de dos toros y una escocia. Pero tanto la basa como el primer toro aparecen recortados hasta formar línea con el borde del banco. Ese recorte pudo producirse en la reforma de la iglesia ejecutada en el siglo XVIII.

Detalle del ábside

La semicolumna del lado norte es de piedra caliza, muy clara y de buena calidad y la del lado sur de piedra de toba que contrasta con el trabajo de su compañera. Un capitel con hojas de acanto que está en la iglesia de San Juan del barrio de Arriba pudiera haber sido uno de los dos que coronaban estas semicolumnas.

En el muro sur de este espacio se encuentra la puerta de acceso a la sacristía. Inicialmente esa puerta tuvo un arco dovelado de medio punto que posteriormente, al ampliarse, se adinteló. Esta es un espacio de 7`5 metros cuadrados que está cerrada al este por un muro de mampostería de 80 cm de grosor. Se halló una moneda de Carlos IV.

Puesta e acceso a la sacristía

Bajo el presbiterio había una fosa.

Crucero: es una zona con 7`12 metros de anchura por 6`66 metros de largo. Claro que es un falso crucero que tiene dos puertas –la norte cegada en su interior- y la del sur que se abría hacia el claustro y el convento y que la vemos decorada con líneas angulares.


En los cuatro ángulos del crucero hay adosados cuartos de columna y sus basas están formadas por un baquetón, dos toros y una escocia con una entalladura. Los cuartos de columna, al ser netamente desiguales, llevan a suponer que existieron modificaciones posteriores al proyecto original. Añadamos que el muro norte es liso y reconstruido en su momento no siendo, como el sur, claramente románico.


La nave: este espacio de 10`32 metros de longitud y 7`80 de ancho está separado del crucero por dos pilares de un metro cada uno que permiten diferenciar claramente ambos espacios. Adosado a sus muros encontramos un banco corrido, borde baquetonado y decorado con una estría incisa de 6 centímetros de borde. Algo característico de las iglesias románicas castellanas.


En el lateral suroeste está el baptisterio que nos chiva que era parroquia también. Un pocito de 35 cm nos indica donde estuvo la pila bautismal. ¿Quieren verla? Pues pásense por el jardín de la iglesia de Cillaperlata.


En el lado noreste hubo otro espacio señalado por un muro de cierre de mala factura. Entre ambos espacios se abría la puerta principal que en su base está formada por buenas losas de piedra situadas al nivel del banco románico adosado a la pared. ¿Qué nos dice esto? Que la puerta era posterior a la obra inicial. Milagrosamente se ha salvado parte de la portada románica. Le cuento: Fue primero trasladada a la nueva iglesia de San Juan del barrio de Arriba y, después, a la iglesia de Covadonga del barrio de Abajo donde se conserva parte de la misma. Debió tratarse de una portada del siglo XII; a ambos lados tenía dos columnas de fustes monolíticos que descansaba sobre dos basas; sobre los fustes montaban dos capiteles tallados. Esos capiteles estaban decorados con, el izquierdo, un águila cabeza abajo y el derecho una figura humana también cabeza abajo.

Y entonces, algo ocurrió en el siglo XVIII de lo que no hay constancia escrita. Pero las piedras nos cuentan que la congregación se vio obligada a emprender obras de reconstrucción o reforma. Dado el terreno, húmedo, podríamos suponer una causa de fallo estructural que provocó un grado de derrumbe.

Puesta del templo

Se procedió a afianzar el edificio, sobre todo en el lugar donde estuvo la torre que era en el crucero como lo demostraban los cuatro contrafuertes encontrados. Engrosaron el muro, cerraron la puerta de entrada de ese lateral y removieron el osario situado bajo el suelo románico. Continuaron hasta los restos prerrománicos, que asolaron, para emplear sus mampuestos y piedras nobles en los muros exteriores y en la construcción de cuatro tirantes –muros de realce de norte a sus -que ejercieron de muros de contención, aunque fuesen malos y endebles.

Estos tirantes en el suelo llevaron a una lógica elevación de la solera cubriendo con ello los bancos laterales del sur y desnivelaron el piso del templo y, por ello, la puerta principal montaba sobre el banco románico.

Detalle del banco corrido

Construyeron dentro de la iglesia dos capillas laterales al fondo de la nave. La entrada de la puerta principal la modificaron colocando grandes losas de piedra; la puerta de la sacristía cambió su forma dovelada y de medio punto por otra de mayor altura y adintelada; y abrieron una hornacina en el muro sur del prebiterio; el suelo de la iglesia lo embaldosaron con baldosa rectangular. Ya hemos comentado lo del muro reforzado con restos prerrománicos pero falta comentas que en el muro se han encontrado fragmentos del ara prerrománica.

Vale, admitimos que la reforma de la iglesia fue necesaria por problemas estructurales pero deformó la construcción prerrománica y románica iniciales sin crear algo que compensase lo perdido.


Vamos concluyendo el tema de la iglesia. Los restos de Cillaperlata son similares a las iglesias de San Quirce, San Pedro de Tejada y Santa María del valle de Monasterio de rodilla. Situaríamos San Juan de la Hoz entre los dos primeros.

Las similitudes continúan al haber sido San Juan, San Pedro y Santa María prioratos del monasterio de San Salvador de Oña después de haber sido monasterios prerrománicos independientes. Y esta dependencia afectó al estilo de sus edificios al llegar los monjes de Cluny a Oña. Aun así, estos tres templos continuarán la tradición del románico burgalés: una sola nave, falso crucero, torre central cuadrada (Vale, no sabemos si San Juan la tuvo pero lo suponemos y que la perdió en el siglo XVIII), la ornamentación del billetado jaqués, los baquetones lisos, bolas y volutas, talla a doble bisel, cimacios de planos angulares y los canecillos de toda clase de temas.

Detalle visigótico

Pero hay una variación en nuestro San Juan de la Hoz: el trazado de su planta que la hace más vieja que las otras. Como en San Quirce la nave consta de un solo tramo. Además, la visera de los capiteles de San Juan es análoga a la de los de San Quirce que data de 1147 (consagrada por el obispo Víctor) y San Juan de la Hoz sería algo posterior. ¿Cuánto? Se sabe que Alfonso VIII, el 7 de noviembre de 1170, donó al abad García el priorato de San Juan de la Hoz “para su manutención y por los días de su vida” por haber –fíjense- renunciado a la abadía de Oña y considerar que era lugar adecuado a su categoría. Y, para completarlo, tenemos una moneda de Alfonso VIII encontrada bajo el suelo de la iglesia románica, entre el osario.

¿Iglesia románica? ¿Iglesia prerrománica? ¿Qué datos tenemos? Sobre la prerrománica hay una pobre hilada de mampuestos que gritan que bajo la iglesia existió esta prerrománica con influencia visigoda. A saber: Ábside cuadrado, presbiterio rectangular, dos naves separadas en el centro y un nártex situado en el lateral sur.


Era una construcción en una zona apartada y adaptada al lugar y la conocemos porque fue cubierta por los cimientos de la siguiente iglesia. Pero con lo que tenemos nos podemos hacer una idea de lo que hubo.

Plano templo prerrománico

La longitud total del exterior de la iglesia prerrománica era de 17`70 metros y una anchura de 4 metros. No se puede apreciar si este templo tuvo más espacios dedicados al culto. Pudo ser una nave doble con arquería central o una iglesia con nave simple con ábside y presbiterio y la “nave doble” pudo ser el monasterio con habitaciones, como parecen indicar los restos de muros que separan pequeños espacios rectangulares.

La nave desde el ábside

Cabe la posibilidad de que tuviese dos estancias adosadas a la cabecera y a ambos lados del ábside si es correcta la interpretación de una hilada de mampuestos porque la cata hecha en el exterior no dio resultado. La estancia del lado sur parece estar indicada por una hilada de mampuestos que forma parte de la pared de la fosa vacía del presbiterio románico. Pero puede que estos muros paralelos y hacia el este, y que siguen la línea lateral del ábside, pudieran ser los laterales de otro espacio de servicio del ábside.

En fin, no sabemos mucho sobre el templo prerrománico de San Juan de la Hoz. Conjeturas: influencia visigoda. El entorno tiene múltiples restos visigodos y cuando en el 790 se habla de este monasterio se le presenta organizado, con un abad llamado Alejandro y con bienes cuantiosos lo que implicaría una creación bastante anterior a esa fecha.

Seguiremos hablando sobre el lugar.



Bibliografía:

“El conjunto arqueológico del monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata (Burgos)” Josefina Andrio Gonzalo, Ester Loyola Perea, Julio Martínez Florez y Javier Moreno Blanco.

Para saber más:





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