Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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lunes, 28 de noviembre de 2016

Ese rápido primer trimestre de guerra en Las Merindades (Septiembre a Diciembre de 1833).


Ha pasado poco más de mes y medio desde la muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833) y se ha puesto en marcha el plan sucesorio diseñado durante el último año de vida del rey por la junta de Madrid… ¡para proclamar a Carlos María Isidro! Los cristinos habían desarticulado muchas de las tramas preparadas para ello pero no todas. No todas.

El primer alzamiento es el de Manuel María González, el 2 de octubre de 1833, en Talavera de la Reina. A los pocos días acabó fusilado. En la misma fecha, al conocer la muerte de Fernando VII, en un rápido movimiento palaciego que arrincona a los liberales, el alcalde de Bilbao y el comandante Gómez mandan tocar llamada general para los voluntarios realistas. Cuando el día 3 los miqueletes confraternizan con los sublevados, los carlistas se hacen con el control de la ciudad y con ella gran parte de las provincias vascongadas.

Mapa del levantamiento carlista (Desperta Ferro)

La facilidad con que los carlistas dominaron estas comarcas vascas se debe a la cuestión foral porque al contar con leyes e instituciones privativas el gobierno central no pudo intervenir con la misma libertad que en el resto de España, y cuando se produjo la muerte de Fernando VII los carlistas controlaban todavía buena parte de los resortes del poder.

El 4 de octubre se produce la sublevación del coronel Ibarrola en Orduña y el 7 la del coronel Verástegui en Vitoria, en el que participan los batallones de Badayoz, Bernedo, Laguardia y Valdegovia. El día 8 Don Carlos es proclamado en Oñate por José Francisco de Alzáa. El 10 se subleva el coronel Lardizábal en Guipúzcoa. El 12 los carlistas de Bilbao destacan mil hombres a Portugalete y Santurce, y ya con anterioridad se habían enviado mil quinientos a Valmaseda. El 13 se intima la rendición de Castro Urdiales y cae Salvatierra.


Lo que se dice un tsunami. ¿Y en Las Merindades? Bueno, bien, gracias. Pero antes de centrar el foco en nuestra comarca miremos la provincia de Burgos. A primeros de septiembre se sabía que Fernando VII duraría poco por lo que la Junta carlista de Burgos ultimó los preparativos para la revuelta. Esta junta estaba compuesta por el general Grimaret, Gregorio Álvarez Pérez, el canónigo de Burgos Eceiza, el coronel Manuel Sanz y el canónigo Echevarría. En la obra “Galería Militar Contemporánea” (1946) nos dicen que el canónigo Eceiza fue capturado en Medina de Pomar y fusilado en Villarcayo pero bien podría ser una errata y referirse al canónico Echevarría.

El 30 de septiembre se supo la muerte del Monarca, y este mismo día la Junta instó a los jefes de los batallones de voluntarios realistas comprometidos al efecto, “para que reuniéndose en los puntos que se les marcaba alzasen el grito de fidelidad, que había de secundar el de Burgos, donde se publicaría la existencia de la junta”. No hicieron caso porque los jefes implicados esperaban el movimiento anunciado por el general Ladrón de Cegama, que se había fugado de Valladolid.


Viendo la junta carlista de Burgos que la cosa no iba bien dio el mando de sus unidades a Ignacio Alonso Cuevillas y opto por abandonar su ciudad y dirigirse hacia La Rioja y la alta Castilla. El 14 efectuó su entrada en Burgos el coronel Manuel Sanz, el mismo que en enero de 1833 había conseguido que Merino entrara en contacto con la Junta, y trato de conseguir que el comandante de los realistas de esta capital, Hilarión de Larriba, pusiese a los voluntarios sobre las armas.

Tras varias negativas, Larriba supo que se había ordenado su detención, por lo que mandó a sus hombres que salieran de la ciudad, reuniéndose en el monte señalado al efecto. Como estaba previsto, el brigadier Merino se situó a la cabeza de los sublevados, todo lo cual ocurrió en medio de una impunidad que hizo irritar al conde Armildez de Toledo cuando al día siguiente entre en Burgos con sus tropas. Al conde le desesperará el control carlista de la ciudad.

Por su parte el cura Merino convoca a los diferentes voluntarios realistas de la provincia en Aranda. Las órdenes de Merino hacen que se subleven gran parte de los batallones burgaleses situados al Sur de la capital, mientras que los batallones situados más al Norte se alzan al amparo de los Vizcaínos y alaveses carlistas, que también ocupan algunas localidades.


Merino desechó los consejos de la Junta Carlista y no se acercó a la ciudad de Burgos donde se encontraba un batallón del cuarto regimiento de la Guardia Real de infantería a las órdenes del coronel José Campana, que se había comprometido con el coronel Sanz a sublevarse tan pronto como se presentara una fuerza carlista respetable en los alrededores, y que a finales de mes fue separado de su puesto por Sarsfield.

Mientras eso pasaba por la capital provincial en Las Merindades nos encontramos con que el 14 de octubre entran en Medina de Pomar las tropas de voluntarios riojanos del brigadier, canónigo de la catedral de Burgos y miembro de la Junta Carlista burgalesa, Juan Miguel Echevarría, procedentes de Álava juntándose con las de Víctor Garviras, Gregorio y Rafael Díaz-Sarabia y Palacio. El canónigo era también segundo de Cuevillas y jefe de su segunda división. En Medina de Pomar proclamó a Carlos V y asumió el mando de las tropas, poniéndose a sus órdenes Norberto Fernández Arciniega, Comandante segundo del Batallón de Medina.

Para el 18 de octubre los rebeldes controlaban las principales poblaciones de Las Merindades y se desplazaban para apretar el cerco sobre Burgos. El 23 de octubre la Real Junta Superior Gubernativa o gobierno carlista, se trasladaba a Oña, al monasterio de San Salvador, para establecerse al amparo de las fuerzas dirigidas por Echevarría y las de la sublevación vizcaína.


El 24 de octubre entra Sarsfield en Burgos lo que empuja a Cuevillas fuera de Briviesca y a ordenar el repliegue del grueso de sus tropas hasta Pancorbo, mientras él se dirigió al frente de una columna de dos mil hombres a reforzar las posiciones carlistas en Poza de la Sal. Su llegada a Poza facilita el regreso de Echevarría a Medina de Pomar que será su centro de operaciones.

A principios de Noviembre los carlistas tenían tal fuerza por España que el capitán general de las provincias Vascongadas, que había tratado de mantenerse en Tolosa, fue obligado a refugiarse en San Sebastián. Por su parte, el 25 de octubre, Cuevillas mandó una orden a los comandantes de los batallones realistas de la provincia de Palencia, nordeste de la de Burgos y sur de la de Cantabria, para que pasaran a Cervera de Pisuerga para ponerse a las órdenes del coronel Santiago Villalobos, comandante de la segunda brigada o división del Ejército Real de la Rioja y natural de Valderredible y declarado absolutista desde 1823.

La tensión llegará al extremo a principios de noviembre fruto de los progresos carlistas en las zonas forales y Las Merindades de Castilla Vieja. Gracias al cielo que la falta de coordinación entre las columnas enviadas para ocupar Santander hacen posible su derrota en la acción de Vargas impidiendo que los legitimistas llegaran a controlar la cornisa cantábrica. Entre las unidades derrotadas estaban voluntarios realistas de Frías y Medina de Pomar (cayeron prisioneros Ibarrola, un coronel, ocho oficiales y 112 soldados con varias acémilas y efectos de guerra).

Granaderos de la Guardia Real (Augusto Ferrer Dalmau)

Durante todos estos movimientos, como un cruel juego del “gato y el ratón” encontramos esta referencia de la comunicación por parte del Conde Armildez de Toledo a Vicente de Qaesada (Capitán General de Castilla):

“CASTELLANOS: El Mariscal de Campo Conde Armildez de Toledo, desde la villa de Villarcayo, con fecha de antes de ayer me dice, que deshecha la facción de Villalobos en Cervera, dividida la Brigada de su mando en tres columnas, y dirigiéndose el expresado Conde á la villa de Reinosa, marchó la del mando del Coronel de Infantería Barón del Solar de Espinosa por Valderredible y Villarcayo: sabedor éste que el Canónigo de la Metropolitana de Burgos Don Juan Miguel Echevarría se hallaba en Medina de Pomar con 700 á 800 rebeldes de los Batallones de los ex-Voluntarios Realistas de Villarcayo y Espinosa de los Monteros: ni la larga marcha que había hecho con su columna de ocho leguas, ni las montañas y breñas que tuvo que atravesar, ni la oscuridad de la noche le impidieron marchar rápidamente á la una de la mañana á la mencionada villa.

Hallando las avanzadas de los rebeldes un cuarto de legua de ella, empeñados en hacerse fuertes en una casa, todos fueron víctimas de su temeridad; y dirigiéndose sin detenerse sobre Medina, 600 rebeldes y el expresado Canónigo cayeron en poder de las valientes, fieles y decididas tropas de S. M., habiendo indultado á casi todos los expresados rebeldes á nombre de nuestra Augusta Reina Doña Isabel II.

El titulado Brigadier Canónigo debió ayer ser pasado por las armas, no habiéndose verificado el día anterior por ser día de fiesta. Las únicas desgracias que han tenido las tropas de S. M. en acción tan brillante y decisiva, han sido la muerte de un Cazador de Chinchilla y haber salido herido levemente el Teniente del expresado cuerpo Don Jacobo María de Espinosa, en el acto de perseguir á uno de los ex-Voluntarios Realistas. No habiendo llegado á mi poder los parles que el Conde Armildez me ha dirigido desde Reinosa, no pueden darse al público los detalles de la ocupación de la expresada villa y extinción total de la cuadrilla del Villalobos, que me reitera en carta particular.

Castellanos: Tal es el término que ha tenido la reunión ejecutada por un hijo espurio de la Iglesia. ¡Ojalá que este ejemplo convenza á los que en las cavernas del crimen atizan el fuego de la rebelión y de la impotencia de sus moribundos esfuerzos!

Valladolid 19 de noviembre de 1833. = Vicente de Quesada.”

Relación de Voluntarios Realistas

En este texto tenemos la plasmación de muchas de las cosas que estamos comentando y vamos a desgranar en los próximos párrafos. Destacaremos un aspecto puntual:  la falta de “ardor guerrero” por parte de muchos de los Voluntarios Realistas movilizados por los carlistas que agradecían la primera ocasión para escaparse hasta sus casas. O, quizá, sabían que esta revuelta no traería nada bueno al pueblo llano. A ellos.

Por supuesto el parte transcrito no refiere todo lo ocurrido. Añadamos algunas pinceladitas de color que, combinadas con todos los datos de la entrada, completarán el paisaje. Así sabemos que ocho de los prisioneros volvieron a la cárcel de Villarcayo al haber sido “liberados” por los carlistas con el inocente fin de incorporarlos a sus huestes.

¿Saben que les digo? Que con esto no es suficiente. Creo que debemos profundizar más en este combate de la primera guerra carlista. Tenemos al Regimiento provincial de Chinchilla –al mando de Jacobo María de Espinosa, Conde del Solar de Espinosa-, 40 hombres a caballo y una compañía de granaderos del cuarto regimiento de la Guardia Real de infantería que avanza por el valle de Valderrible para dispersar a los facciosos de Villalobos. Informados de la presencia entre Medina de Pomar y La Cerca del canónigo Echevarría (titulado brigadier y comandante general de Rioja) marcharon contra esa partida.


De Polientes a Medina de Pomar hay unos 40 km en línea recta que fueron cubiertos en una sola y agotadora marcha. Los cristinos llegaron a las siete de la noche, con la tropa y caballos rendidos de cansancio, para confirmar que el canónigo Echavarría, con unos 700 u 800 hombres de infantería y algunos caballos permanecía quieto en la villa de Medina. También descubrieron que la caballería de Villalobos hacía una hora que había salido por el camino real.

Los soldados liberales recibieron un rancho fuerte hacia las doce de la noche para, enseguida, dirigiendo por el camino real una columna formada por las compañías de granaderos, la tercera del regimiento de Chinchilla y 28 caballos, al mando del teniente coronel graduado, capitán de granaderos a caballo, Don Antonio Ponce, atacar. Otro grupo, al mando del coronel Barón del solar de Espinosa, formado por otra de las compañías de la Guardia Real de infantería, cazadores, primera del regimiento de Chinchilla y 12 caballos, unos 200 efectivos también avanzó. Parece ser que conocía hasta la casa que habitaba Echevarría.

Las avanzadas carlistas les esperaban apostados a un cuarto de legua de Medina de Pomar. Tras pedirles el santo y seña abrieron fuego contra la columna isabelina. Los doce jinetes cristinos, al mando del teniente José Tejada y encabezados por el Barón, cargaron contra la avanzadilla obligándola a refugiarse en la casa que acuartelaban. Desde allí continuaron disparando a los liberales debiendo ser neutralizados. No hubo supervivientes carlistas.


Parece que este fue el mayor punto de resistencia porque la población cayó rápidamente en manos de las tropas de la reina que solo se enfrentaron a disparos aislados. Capturaron la facción y a sus jefes: el brigadier comandante general y canónigo Echevarría y entre 500-600 hombres entre mandos y tropa de los batallones de voluntarios realistas de Villarcayo y Espinosa de los Monteros, con sus banderas, cajas de guerra y hasta unos trescientos fusiles, con otros efectos, como correajes, cananas, sables y hasta unos treinta caballos (con montura y sin ella). Las bajas liberales –muchas veces minimizadas, ciertamente- ascendieron a un cazador muerto del regimiento de Chinchilla y herido leve en una maño el teniente Jacobo María de Espinosa (¿hijo del coronel homónimo?) por habérsele reventado una pistola cuando disparaba a un comandante de voluntarios.

El parte oficial incluía una relación de elogios a la tropa, supongo que para premiarles y por si caía alguna condecoración, por parte del Barón del Solar de Espinosa que les dejo tal y como las escribió: “Tanto los oficiales como la tropa se han portado con un entusiasmo y decisión difícil de explicar, porque el capitán teniente coronel D. Juan Villalonga se apoderó de la guardia del principal al grito de ¡viva la REINA! con un arrojo increíble, habiendo estado en peligro inminente de perecer. El de la misma clase de cazadores de mi regimiento don Vicente López se distinguió también de un modo digno de los mayores elogios; el teniente de caladores de mi regimiento don Antonio Álvarez, y el subteniente de la guardia D. Antonio Caus, desempeñaron con la mayor bizarría la comisión que puse a su cuidado de apoderarse de la casa que ocupaba el jefe de la facción, al que cogieron prisionero, sin embargo del fuego que les hizo la guardia que tenía en su casa. El teniente graduado de capitán D. José Tejada, que mandaba la caballería, es digno de los mayores elogios por la decisión y: arrojo con que acometió a la avanzada y la envolvió, evitando el que pudiese escapar ninguno que avisase a los del pueblo, penetrando hasta la plaza y cogiendo una bandera; lo son también los tenientes don Joaquín Alba y don Jacobo María de Espinosa, el primero porque además de lo que trabajó en el pueblo, se distinguió particularmente en el allanamiento de la casa que ocupaba la avanzada, habiendo igualmente cogido una bandera; y el segundo porque, además de lo ya dicho, fue de los que más trabajaron en el allanamiento de las casas del pueblo, haciendo un gran número de prisioneros. También merecen mi particular aprecio los subtenientes don José Joaquín de la Torre, y don Ramón Alfaro, porque con su actividad y vigilancia contribuyeron al mejor éxito de la acción; y finalmente, son dignos del mayor elogio y acreedores a las recompensas que S. M. la Reina Gobernadora tenga a bien concederles , los sargentos, cabos y soldados; y no dudo que V. E. se servirá elevarlo a sus Reales pies para que se penetré más y más de que cuantos componen los cuerpos que V. E. manda sostendrán á todo trance el trono de su augusta Reina doña. Isabel II.”

Además de desbaratar la partida que hubiera podido afianzar el carlismo en esta parte de Las Merindades se capturaron el uniforme, sombrero y espada del brigadier Echevarría, sus despachos, títulos y nombramientos, sellos de la comandancia general, y una caja de papeles diversos. Como sabemos se capturó al canónigo de Burgos y a sus mandos, dejándose a la tropa que volviese a sus domicilios.


Y, todo hay que decirlo, muchos de los sublevados no las tenían todas consigo. Las deserciones a finales de octubre alcanzaban cifras escandalosas a pesar de los intentos de Cuevillas. A primeros de noviembre el coronel carlista Villalobos toma las de Villadiego (literalmente, escapó hacia allí). Muchos de los líderes de la revuelta huyeron pero otros fueron fusilados, como el canónigo Echevarría en Villarcayo. Este faccioso estaba bajo el caso de los Reales Decretos del 17/08/1825, del 21/08/1825 y del 01/10/1830 y como incitador principal de la rebelión era reo de muerte.

Retomemos el curso general de la historia. A finales de noviembre puede considerarse terminada la dinámica de sublevaciones y alzamientos marcada por la muerte de Fernando VII. El resto es la guerra.

Pero, ¿Cómo fue posible esta sucesión de hechos? Por un lado, la lenta reacción de los cristinos pero, pensemos que, toda España era un polvorín y si se cubría una zona se dejaba otra al oponente. Las primeras medidas, consistentes en poner en pie de guerra los regimientos provinciales, y concentrar las escasas unidades disponibles sobre la provincia de Burgos, se vieron desbordadas por la rápida propagación del carlismo en las provincias vascongadas y el alzamiento de Castilla, que obligo a recurrir al ejército de observación, destacado sobre la frontera de Portugal.



EL 25 de octubre, el gobierno remitió un decreto muy reservado a los capitanes generales para que desarmaran a los voluntarios realistas y formasen un nuevo cuerpo con el nombre de Milicia Urbana, y aunque la mayor parte de los escasos batallones que aun conservaban las armas las entregaron sin incidentes, no faltaron los que al sentirse amenazados decidieron hacer uso de ellas antes que ponerlas en manos de los liberales.

Parecida fue la situación de Sarsfield, jefe del ejército de observación, que el 27 de octubre puso en conocimiento del gobierno que no podía abandonar Burgos mientras no se le incorporasen varios batallones de su división que todavía estaban en camino. Su forzada inactividad, así como los ofrecimientos que le hicieron los carlistas para que se pusiera a su frente, dieron lugar numerosos rumores sobre su posible acuerdo con los sublevados, hasta el punto que el 9 de noviembre pidió ser relevado, pues no creía contar con la confianza de las tropas.

El 12 de noviembre, tras recibir las más terminantes órdenes del gobierno, Sarsfield emprende el camino hacia Vitoria con un ejército que tan solo contaba con 3.157 infantes, 237 caballos y una batería de cuatro piezas.


No eran estos, en principio, efectivos como para inquietar a los carlistas. En Castilla, según los datos facilitados por el capitán general de Castilla la Vieja, pasaban de 11.000 los realistas sublevados, y Sarsfield, antes de emprender su campaña, elevaba esta cifra hasta 20.000. Aunque muchos de los encuadrados en las unidades carlistas no pasaban de ser meras mesnadas, paisanos armados, que perdían sin que sus adversarios hiciesen acto de presencia (Le ocurrió a Merino la noche del 13 al 14 de noviembre de 1933). Y claro, eso no te lleva a victorias espectaculares.

El alzamiento carlista inicial de 1833 fue, básicamente, un movimiento de voluntarios realistas, de parte de ellos, de los que siguieron las consignas de la junta de Madrid porque su estructura no había sido desarticulada.

Añadamos algo que nunca se le puede quitar a nadie: el miedo. Hubo rebeldes que faltaron a sus promesas, pensemos que sublevarse contra un gobierno con todos los recursos del poder cuando apenas se dispone con qué oponerse, no es una actitud precisamente normal ni lógica, sino un acto de heroísmo y el heroísmo, por definición, es poco común. Tenemos así el caso de los batallones convocados el 7 de octubre por Narciso Arias para iniciar el levantamiento de La Rioja, cuyos miembros se vuelven a sus casas tan pronto como saben lo que se espera de ellos. En el caso de Ayllón, Merino amenaza directamente con fusilar a su comandante si este no le secunda, y tampoco los oficiales de los realistas de Villarcayo querían alzarse sin orden del gobierno. Una última cuestión a añadir: no todos los voluntarios realistas tenían por qué ser partidarios de don Carlos.


Tanto el alzamiento de Bilbao, como el del resto de territorios forales y Castilla, se habían realizado con poca violencia. Los sublevados se habían esforzado en mantener el orden público, y los liberales no habían sido molestados por sus ideas, limitándose las Juntas a detener a algunos de los más significados, que al poco fueron puestos en libertad. Claro que no tuvieron la misma limpieza con los patrimonios.

Por el contrario, los partidarios de la reina desarrollaron desde el primer momento una dura política represiva. Conscientes de que se movían sobre un polvorín, y que el terror era un arma que no debían dejar de utilizar si querían controlar la situación, no era infrecuente que se fusilara a todos los sublevados que se cogía con las armas en la mano, aunque la norma que acabo imponiéndose fue la de fusilar tan solo a los jefes y oficiales.

Al mismo tiempo, y para evitar que la dureza de la represión incitara a los alzados a mantenerse en armas, se promulgaron numerosos indultos para quienes entregaran las armas, con lo que en el momento que resulto evidente la incapacidad de hacer frente a la ofensiva de Sarsfield, muchos de ellos optaron por volver a sus casas en vez de arrostrar un futuro incierto.

Un último factor a tener en cuenta, y que sin duda también influyó en que el alzamiento de 1833 no adquiriera mayores proporciones es que se trataba de un movimiento donde en buena medida privaba el legitimismo puro, o sea, la defensa de los derechos de don Carlos frente a los de Isabel II. Así, el 4 de octubre se pública el famoso manifiesto redactado por Zea Bermúdez por el cual la Reina se comprometía a mantener la religión y la monarquía “primeros elementos de vida para la en España” en “todo su vigor y toda su pureza”.


Bibliografía:

“Historias” Por Eugenio García Ruiz.
“Revista de España, de Indias y del extranjero” por Fermín Gonzalo Morón e Ignacio de Ramón Carbonell.
“Galería Militar Contemporánea”
“Boletín Oficial de la provincia de Santander”.
“Diario Balear”
“La primera guerra carlista” tesis doctoral de Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera.
Revista “Desperta Ferro”

Para saber más:




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