Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 20 de abril de 2014

Un Velasco en la corte del rey Arturo (Bueno, de su sucesor)

Es 1603 pleno reinado de Felipe III (1578-1621), el primero de los grandes Austrias menores. Su imperio se extiende por cuatro continentes (todos menos Australia). Y eso significa tener muchos frentes abiertos. A vuela pluma podemos citar: los otomanos, los venecianos, el Ducado de Saboya, los ingleses, los Países Bajos, los piratas berberiscos, los Franceses ya no por enlaces matrimoniales...

Y en esto llega al trono inglés Jacobo I, tras la “virgen” Isabel I. Reinó sobre Rigió Inglaterra, Escocia e Irlanda por espacio de 22 años, hasta su muerte a los 58 años. Increíblemente fue un buen aliado para España. De hecho, en agosto de 1604 se firmó la Paz de Londres, mediante la cual las relaciones comerciales y diplomáticas entre ambos países mejorarían. 

La Corona Española e Inglaterra acababan con 20 años de costosas y duras guerras. Victoriosas para los españoles la mayor de las veces, pero caras para ambos.

La corona Británica no intervendría en los asuntos continentales, toleraría a los católicos dejando que los papistas mantuviesen el clero católico irlandés, no ayudarían a los Holandeses, abriría el Canal de la Mancha al porte marítimo español y España no lucharía por un rey inglés católico (¿quién tenía miedo de quién?) y facilitaría el comercio británico en las Indias. Este tratado aguantó hasta 1624, ¡toda una marca!

Jacobo intentaría casar a su hijo Carlos con la infanta María Ana de España. Esta idea que tenía un fuerte apoyo dentro de Inglaterra de muchos ministros y diplomáticos, que pasaron a ser llamados "Partido Español". En 1621 a Felipe III le sucederá Felipe IV. Carlos llegó a España en 1623 con el Duque de Buckinham en una expedición secreta para ganarse la mano de la princesa pero la misión fue un fracaso y, además, Felipe IV exigió la conversión de Carlos al catolicismo. (Lo cuenta el Capitán Alatriste en una se sus novelas) A su regreso a Inglaterra Carlos y Buckinham pedirían a Jacobo I que iniciara la guerra contra España. No lo hizo. Pero cuando el rey fue Carlos I, 1625, se lió de nuevo.

Un gran logro que debe ser recordado, y a los miembros de las delegaciones, ¿cómo no? 

Jacobo I de Inglaterra


La delegación inglesa estuvo compuesta por: 

  • Robert Cecil, conde de Salisbury (1563-1612), Secretario de Estado, Primer Ministro de Jacobo I. 
  • Charles Blount, I conde de Devonshire (1563-1606), militar y Señor Teniente de Irlanda. 
  • Thomas Sackville, primer conde de Dorset (1536-1608), Poeta y Secretario del Tesoro. 
  • Henry Howard, I conde de Northampton (1540-1614) 
  • Charles Howard (Primer conde de Nottingham) (1536-1624), Lord High Admiral. 

Los delegados de la Monarquía Hispánica provenían de los diferentes reinos: 
  • Charles de Ligne, Conde de Aremberg, Consejero de Estado de Flandes y Almirante general de la mar. 
  • Juan Fernández de Velasco y Tovar, Duque de Frías y Condestable de Castilla, y nuestro protagonista. En el cuadro de “La conferencia de Somerset House” lo sitúan junto a la ventana abierta y con una apariencia más juvenil que un hombre de 53 años delicado de salud. Además, para ser el presidente de la delegación de la Monarquía Hispánica está “al fondo de la foto”. Supongo que este cuadro de autor desconocido no lo pagó él. 
  • Jean Richardot (Juan Richardote), Presidente del Consejo Privado. 
  • Alessandro Robida, Senador del ducado de Milán.
  • Louis Vereyken, (o Pedro Verrey), Secretario de Juan Richardote y Audencier de Bruselas. 
  • Juan de Tassis y Acuña, Conde de Villamediana, Gentil-hombre de Cámara y Correo mayor de Felipe III, caballero afable, cortesano y entendido y de la orden de Santiago. 
Con esto podríamos dar por terminada la entrada pero como no somos la Wikipedia vamos a relatar el día a día de la estancia del Condestable por tierras de herejes, como se decía entonces. Empezaremos con la partida de Juan de Tassis, conde de Villamediana, que partió por la posta desde Valladolid, sede de la Corte por gracia del valido duque de Lerma. Es Mayo de 1603 y llega a Inglaterra en Septiembre y cumplimenta a Jacobo I. Tanteó el terreno, vamos.

Tras estos contactos preliminares, el Rey católico, encomendó la dirección de las negociaciones al Condestable de Castilla, Juan Fernández de Velasco y Tovar (1550-1613), V duque de Frías y VII conde de Haro, IV Marqués de Berlanga, XI Condestable de Castilla, miembro de los Consejos de Estado y Guerra de S. M., y Gobernador del Milanesado y Presidente del consejo de Italia. 

A pesar de una salud algo débil aceptó el encargo regio quizá para alejarse de los problemas familiares que le abrumaban (Muerte de un nieto y la enfermedad de su hijo Íñigo que moriría). Partió de la ciudad de Valladolid el 31 de Octubre de 1603, acompañado de Manuel de Züñiga (heredero del conde de Monterrey) Jaime de Cárdenas (hijo del duque de Maqueda), del comendador Melchor de Borja (hijo del de Gandía), los tres sobrinos suyos. También le escoltaban Alonso de Velasco (señor de la Revilla) Veedor general de las galeras y armada de España; Blasco de Aragón, del Consejo secreto de S. M. en Milán; y Carlos de Sangro (hijo del duque de Torremayor en Napóles). Si eran pocos, en Flandes se unieron al grupo Juan de Velasco y Castañeda, señor de Hormaza, y Fernando de Cueva, del hábito de San Juan. 

Sólo tardo 60 días en llegar a Bruselas, visitando en París al rey de Francia y eludiendo lugares pestilentes. Se entrevistó con los archiduques, Alberto y la Infanta Doña Isabel, hermana del Rey Felipe III, y también avisó al conde de Villamediana para ir decidiendo el lugar de la conferencia de paz. Tras tiras y afloja se aceptó la petición del rey de Inglaterra y se trasladaron a su reino. Sospechaban que era por controlar a sus emisarios, los ingleses no a los hispanos. Se garantizó al Condestable la libertad de comunicaciones con Valladolid. 

Don Juan Fernández de Velasco partió de Bruselas el 9 de Abril de 1604, y se tomó su tiempo para llegar a destino pasando por Gante, Cutray e Ipres, y escogió para su vivienda la villa de Bergas Saut Vinor, en la provincia de Flandes, a donde llegó el 18 de Abril y oyó los oficios de Semana Santa. Finalmente le alcanzaron los delegados flamencos, primeros de Mayo, y los navíos del Rey para cruzar el canal. Los delegados se embarcaron en Gravelingas, 16 de Mayo pero las tormentas y la mala mar les retrasó. Por fin llegaron a Londres el 19 de mayo y se entrevistaron con el rey. El 22, el conde de Villamediana apadrinado por Henry Howard, I conde de Northampton. El 23, los delegados flamencos, que todavía había clases. 

Y el 30 de Mayo empezaron las negociaciones: A la derecha y por orden: el conde de Villamediana, Rovida, el conde de Aramberg, el Presidente Richardote y el Auditor. A la izquierda, los de Inglaterra. Tuvieron 15 reuniones, hasta el 14 de Junio y tras cada una informaban a sus superiores: El archiduque y Velasco por parte imperial y el rey Jacobo I por los ingleses. El lugar donde se reunieron fue el palacio de Somerset que, también, sería la residencia del Condestable de Castilla, cuando llegase. Atención, el actual edificio es del siglo XVIII construido por el arquitecto William Chambers.

Somerset House

Mejorada la salud de Juan Fernández de Velasco y Tovar pasó a Inglaterra para concluir el tratado y asentar la dicha paz, cosiendo alguno de los puntos más importantes reservados para su presencia. Fue con criados y alemanes para guardia y seguridad de la ropa. Partió el 27 de Julio para Dunquerque, donde se detuvo hasta 10 de Agosto. (calma, mucha calma)

El domingo 15 de Agosto, a las cuatro de la mañana, se embarcó con una gran salva de artillería y música. Una tormenta (¡vaya por Dios!) hizo que el viaje durara ocho horas justas y le hizo tomar puerto en las Dunas. Durante la travesía le agasajaron con un almuerzo y por agradecimiento se esforzó a comer. Y hubo pocos que lo hiciesen por estar todos mareados.

Desembarcó el Condestable con salva de artillería de los galeones y de los fuertes de las Dunas. Le esperaban en la orilla, junto a gran cantidad de coches y caballos, el conde de Villamediana y el senador Rovida. Eran su recibimiento y escolta y se habían desplazado desde Dover al ver como los los galeones remontaban el Támesis. 

Con ellos estaban otros gentil-hombres, traductores y palaciegos. El lunes hizo alto en Dover para reorganizar el convoy y el martes, a las dos de la tarde, partió hasta Canterbury. A medio camino le agasajaron las gentes del barón “Otton” (católico), ¡Más de quinientos! Este barón era del Consejo de Estado del Rey y su Mayordomo. El Condestable bajó de la litera en que iba, por no sentirse bien (¿mareado?), y los demás para dar la bienvenida al barón. Ya en coche el Condestable llegaron a Canterbury, Condado de Kent, cuyo Arzobispo es Primado de aquel reino. Velasco llegó cansado y delegó en Villamediana la presidencia de las comidas oficiales del día. Pero hubo de acostumbrarse porque los agasajos continuaron hasta la llegada del conde de Northampton: 

“En apeándose S. E. le fue luego a besar las manos y a hacer este oficio, como lo hizo muy cumplidamente, y con mucha cortesía y amor le trató y recibió S. E. A este mismo lugar salieron también a encontrarle y acompañarle , los señores Diputados de SS. AA., que no fueron a Dovre con el conde de Villamediana y Senador por no embarazar a S. E. en el camino ni estrechar su corte de posadas, como muy discretamente lo advirtió el conde de Aramberg, por carta que escribió a S. E. con Gentil-hombre a posta que envió para visitarle en Dovre. Viernes, a 20, día de San Bernardo, comieron con el Condestable el dicho conde de Nortanton y otros caballeros que vinieron en su compañía, y el barón Otton y los Diputados de SS. AA., y se brindó muy bien a la salud de los reyes de España e Inglaterra y Archiduques, y estuvo tan llena la mesa, que fue necesario que se pusiese otra en otra sala diferente para los caballeros españoles”. (Tranquilos, es el único fragmento que dejo del original)

Tras todo esto embarcaron rumbo a Londres donde siguieron las exageradas muestras de afecto. Incluso con la reina enmascarada para que se supiese que no estaba oficialmente presente. Desembarcó en la escalera del Palacio que da al jardín donde le hospedaron. Grandes y lujosas habitaciones con los gastos pagados y criados y guardia de alabarderos.. 

Felipe III


El Sábado, 21, seguía sin ver a los reyes pero, eso sí, recibiendo cartas excusándose. Al día siguiente la carta fue de los delegados ingleses que informaban a Velasco de su visita a las tres de la tarde. Fueron presentados por el conde de Villamediana y se intercambiaron frases corteses para, finalmente, determinar que el miércoles se reanudarían las reuniones con presencia de Jacobo I.

Mientras esperaba Velasco se entrevistaba con el barón Otton, y, después, con el Embajador de la república de Venecia. El ambiente húmedo inglés afectó a su salud y ese lunes, víspera de la visita real, se acostó acatarrado. 

(Martes, 24) La siguiente mañana se reunieron los delegados de Flandes con el Condestable excepto el conde de Aramberg, que se hallaba impedido por gota. Y luego comprar joyas que les venían a vender a las habitaciones del Condestable. Finalmente, a las cuatro, les informaron de la llegada inmediata del rey a palacio. Pero, cuando fue un sobrino de Velasco a presentar los respetos castellanos se le dijo que no tuviesen prisa y que no era buen momento para saludar. Que ya les avisaría Jacobo I.

Al siguiente, ¡por fin!, le informaron de que la audiencia sería a las dos, después de comer, y que podía llevar consigo a los delegados de la monarquía hispana. Este día fue el senador Rovida a reconocer el lugar donde había de jurar el Rey la paz que se había acordado el día antes. Sería en una capilla de Palacio, y pactaron la disposición de las delegaciones. 

(Miércoles, 25). 14:00 h. se reúnen durante dos horas los delegados ingleses y los de la Monarquía Hispana en presencia del Condestable. Tras ello, partieron, Velasco incluido, a donde había sarao. Recibieron a Juan Fernández de Velasco y Tovar muchos de los cortesanos y, mientras, el Rey se situó junto a la reina con el Príncipe y sus Consejeros. El rey se adelantó hasta media tarima y en ese punto le acató el castellano. Después Jacobo I le abrazó. El Condestable saludó a la reina y al príncipe y se sentó en un taburete con almohadón alto de brocado junto al rey. 

Habló Jacobo I: “Sea V. E. muy bien venido, que le habemos deseado mucho; y cuánto estimo su persona y virtudes le habrá escrito el conde de Villamediana , y también cuan en el corazón tengo la amistad de los reyes de España, por el deudo y por otras obligaciones, y por afición particular.” La conversación continuó hablando de caza y de letras (dando jabón al rey, claro) durante una hora, más o menos. Tras ello se retiró el Condestable con su séquito.

El Jueves 26, desde las diez de la mañana estuvieron los delegados ingleses en la habitación de Velasco de reunión, hasta el mediodía y se quedaron a comer. Brindó Velasco a la salud del rey, de la paz, de la reina... La tercera vez brindó el Almirante flamenco por la salud del Rey de España. Finalmente, un ingles brindó por el Condestable. Y pasaron a la comida y a la sobremesa. Tras media hora de asueto y siesta retomaron la reunión hasta las cuatro y pico de la tarde. El Condestable esperó hasta que le fueron a buscar para reunirse con Jacobo I en un baile. Juntos, el Rey, el Condestable y el Conde de Villamediana departieron durante una hora. Mientras el Príncipe y los demás invitados se divertían, hablaban de armas, bailaban o flirteaban mostrando sus habilidades. 

El Viernes 27, a las 10 de la mañana, Velasco salió a visitar la bolsa. No acudió a la cita con la reina porque a ella “le dolían las muelas”. Pero no perdió el tiempo porque se reunió con el Embajador de Francia y con cinco Diputados de las ciudades Hanseaticas para hacer lobby. Sería al día siguiente cuando se reuniese con la reina, tras una reunión con los delegados ingleses. Cuenta el texto de José Sancho Rayón y Francisco de Zabalburu que le hicieron grandes halagos y demostraciones de afecto. Aprovechó para relacionarse con el príncipe mediante el recurrido tema de los caballos llegando a hacerle montar en uno de raza hispana.

Ryther’s Map de 1604. 

El Domingo a las diez, después de oír misa (católica), los caballeros habituales, más engalanados aún, fueron a buscar al Condestable para llevarle ante el rey. Jacobo le cogió del brazo (y a Villamediana) y seguidos de todos los delegados marcharon a la capilla con sus Reyes de armas y Maceres. Ya estaban la reina y sus damas. De repente, comenzaron a cantar los músicos unos motetes y versos en inglés, que se hicieron en la boda de la Princesa María con el Rey Felipe II y otros en alabanza de la paz. 

Estaba enfrente del rey y el Condestable una mesa y aparador con algunas piezas y copas de plata dorada, y dos libros. Cesó la música y los delegados y el rey se reunieron. Sacó el conde de Salisbury, Robert Cecil, las capitulaciones de la paz, escritas en pergamino y firmadas de los delegados. El rey las cogió y las entregó al Condestable poniendo después sus manos sobre los Evangelios de una Biblia y el Testamento Nuevo, traducido de San Gerónimo, y estampado de Platino, como se concertó con el senador Rovida; y aprobó el tratado según las capitulaciones que leía. Tras ello, tomó las manos del Condestable en fe y señal de la unión y paz establecida, con que se acabó la ceremonia. Y se fueron a comer con el rey. 

En la mesa la primera cosa que el Rey hizo fue enviar a el Condestable un melón y media docena de naranjas, con un ramo muy verde, diciéndole, que era fruta de España trasplantada en Inglaterra, y él le respondió besándolo las manos, que más por ser de las suyas que venido de su tierra aquel regalo; y así partió el melón con los Reyes. Hubo brindis con parabienes a ambos reinos y a la paz que trae el bienestar y por la larga vida del tratado. No acabó aquí el chocar de copas: Por la salud del rey de Inglaterra, por el de España, por la reina, por los hijos... Brindó cuatro veces el Rey a la salud de la Princesa de España. Tras comer siguieron brindando. Y luego Sarao con saltimbanquis.

El Lunes 30 amaneció el Condestable con “mal cuerpo”. A las cuatro de la tarde fue el Rey al aposento del Condestable donde en la cama le dio un grande abrazo, doliéndose de su mal; y Velasco respondió con el agradecimiento debido. Jacobo I con mucha risa se sentó y llamó al conde de Northampton como traductor y con el conde de Villamediana estuvieron más de un cuarto de hora hablando de diferentes trivialidades. Muestra de la intimidad entre Jacobo y Juan fue la hora de charla privada que tuvieron usando a Juan Bautista de Tasis como interprete. Hablaron del miedo a romper las paces y que antes de eso se debía hablar. Al despedirse el rey le entregó como recuerdo una sortija con un caro diamante. 

Al día siguiente ya pudo levantarse a cenar el Condestable. El Jueves 2 de Septiembre se levantó para oír misa y comer. Aguantó las visitas de los delegados ingleses que le agradecían los buenos oficios para la paz y que recibieron las mismas lisonjas de parte de Velasco. Pero no pudo estar solo al llegar después el conde de Northampton con otros caballeros para llevarle a ver a la Reina la cual, preocupada por su salud, le envió su médico. Puede que por su intercesión, el viernes por la tarde el Condestable pudiese visitar a los embajadores de Francia y Venecia y a los delegados flamencos. 

El Sábado hubiera sido el día de partida y, quizá por ello, recibió Velasco un caro regalo de los reyes de Inglaterra: Una caja de retratos con los del Rey y la Reina dentro y por de fuera lleno de diamantes y una gargantilla de perlas gruesas para la duquesa de Frías que era Juana de Aragón de Cardona y de Córdoba (también aparece como Juana Fernández de Córdova y Enríquez) y será la madre del sexto duque de Frías: Bernardino (II), V duque de Frías.

Tras esto, llegaron otros caballeros a despedirse y, así, partió de Londres acompañado del conde de Villamediana y el senador Rovida. Este día se embarcaron los delegados flamencos en un galeón, y se encaminaron por la ribera a Flandes, y no por tierra hasta Dover, a causa de la gota del conde Aramberg. 

La conferencia de la Casa Somerset (19 de Agosto de 1604) Autor dudoso. A la derecha la delegación inglesa: Thomas Sackville (junto a la ventana), Charles Howard, Charles Blount, Henry Howard y Robert Cecil. A la izquierda la delegación hispano-flamenca: Juan de Velasco (junto a la ventana), Juan de Tassis, Alessandro Robido, Charles de Ligne, Jean Richardot y Louis Verekyn

El 5 de septiembre de 1604, domingo, después de comer, partió el Condestable con el barón de Otton, y el conde de Villamediana y otros caballeros Támesis abajo. Le permitieron satisfacer su curiosidad fisgoneando en los castillos que protegían el puerto natural donde había, en ese momento, treinta buenos galeones de los cincuenta habituales, proveídos de artillería y jarcias y cuatro galeras de veinticuatro bancos, chatas y semejantes a barcones (Embarcación menor que se llevaba a remolque o sobre cubierta en los galeones y bajeles grandes para servicios auxiliares, principalmente en tiempo de guerra RAE). Entró Velasco en el galeón que llaman Almiranta Real para estudiarla. Desembarcado, entró en su litera y llegó a Sittingbourne temprano, y se acostó. 

El Viernes 10, con todo ya embarcado y después de haber oído misa y almorzado, entre las diez y las once, se despidió del conde de Villamediana, y se embarcó con el senador Rovida en los galeones del Rey. Llegó a Caláis, puerto de Francia, y al día siguiente partió a Gravelingas, donde hizo alto hasta el lunes esperando que llegasen sus caballos y criados. Allí le vino a visitar, de parte del Señor Archiduque, su primo Luis de Velasco, Capitán general de la caballería. 

El Condestable despachó para España a Blasco de Aragón para que diese cuenta inmediata al Rey de todo lo negociado. Él Volverá después a Castilla y morirá el 15 de Marzo de 1613,


Bibliografía:

“Colección de documentos inéditos para la historia de España” José Sancho Rayón y Francisco de Zabalburu.
National Portrait Gallery (Londres)
Fundación Casa Ducal de Medinacelli


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