Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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sábado, 29 de marzo de 2014

Hospital Laredo o la generosidad del viudo muerto.

“En Villarcayo, pintoresco pueblo de la provincia de Burgos, se ha erigido á expensas de la testamentaria de don Manuel Laredo y Polo, un hospital, que aunque modesto, satisface en absoluto (léase absolutamente) las necesidades de aquel vecindario. Los testamentarios, don Mariano y don Ignacio del Villar, han hecho entrega del edificio al alcalde (Quizá don Gervasio Gómez) y al cura párroco. El pueblo en masa, así los pobres, que directamente disfrutarán los beneficios de la piadosa fundación, como las clases acomodadas, han demostrado en dicho acto gran júbilo y entusiasmo, bendiciendo la memoria del finado por su hermoso rasgo de caridad cristiana.

Algunos vecinos, siguiendo el ejemplo del señor Laredo, se han ofrecido á contribuir con la oportunidad debida al engrandecimiento del hospital. En su simpática y benéfica misión acompañó á los señores del Villar el letrado director de la testamentaria, don Ricardo Díaz Merry, que formuló las bases con arreglo á las cuales se ha otorgado la escritura de fundación”. (“La Correspondencia de España 05/09/1892)

Dicha información apareció repetida en el “Diario Oficial de Avisos de Madrid” (06/09/1892) con lo que podríamos llegar a pensar que se pasó una especie de nota de prensa o ruego de publicación. Lo dudo porque este tipo de “calcos” era algo habitual en el siglo XIX. De hecho, también “La dinastía” del mismo día lo clava letra por letra.

Esquela en "La Correspondencia
de España" (06/02/1890)

El edificio arriba referido, el del Hospital Laredo, está situado al final de la calle San Roque y fue donado por D, Manuel Laredo Polo, viudo de Doña María Antonia de Sarachaga y Sarachaga. Nació en Daroca (Zaragoza) y al tiempo de morir en Madrid el 4 de febrero de 1889, a la edad de 85 años, era catedrático jubilado de la facultad de Derecho de Barcelona. 

Son años donde se lucha filantrópicamente contra el atraso. Lejos quedaban los tiempos en que los enfermos eran tratados en los templos, o en cruces de caminos. Desde Grecia existen los hospitales (¿Conocen el teatro de Epidauro?) que se integraron en el mundo eclesiástico y monacal con el cristianismo. 

Frente al curioso culto al pus de la primera mitad del siglo XIX que hacía la atmósfera tan pestilente que era necesario usar perfume surge hacia 1870 la visión higiénica y moderna, contemporánea. 

El cuidado de enfermedades trasmisibles estuvo promovido por la riqueza de los descubrimientos bacteriológicos que entonces tuvieron lugar. Por ejemplo, durante la década de 1880-1890, el bacilo de la tuberculosis fue descubierto. Tratamientos de necesario aislamiento. Y el hospital era el sitio lógico para observación de las enfermedades contagiosas. Por ello, al final del siglo compartían los hospitales pacientes quirúrgicos e infecciosos (escarlatina, difteria, tifoidea y viruela). Casi como lazaretos.

Empiezan a acudir a los hospitales, para cuidados, una pequeña proporción de pacientes obstétricas, pero las enfermedades degenerativas fueron prácticamente todas tratadas en el hogar por los médicos de familia, evitándose convertir los hospitales en asilos.

Imbuido de este ambiente don Manuel otorgó testamento (para algunos el 5 y para otros el 8 de octubre de 1877) en Madrid. Y en su cláusula 17ª, ordenaba que el producto de todos los bienes y fincas, tanto rústicas como urbanas, que poseía en Villarcayo, Horna, Cigüenza, Villacomparada, Quintanilla, Villavés, Andino, y Herrera de Valdivieso, se invirtiera por sus albaceas y herederos fiduciarios Don Mariano y Don Ignacio Villar y Llobet, en construir en Villarcayo un Hospital con 14 camas y en asegurar, con el resto del producto de dichos bienes, la mayor renta posible perpetua.

Más detalladamente, y especialmente para los lectores familiarizados con la comarca les diré que las fincas adjuntadas a la fundación era: Lancharón, Helechales, Erías Viejas, Puente Rey, Soto Grande, La Concha, Traslacerca y Casares. 

Pero no pensemos que los vecinos de Villarcayo fueron unos privilegiados, unos agraciados tocados por el dedo de la caridad del difunto, no. Cómo publicó “El Imparcial” del 16 de Enero de 1890 otros hospitales recogieron óbolos “postmortem”, bien es cierto que de mucha menor cuantía:

“La testamentaría de Don Manuel Laredo ha entregado al gobernador civil 200 pesetas con destino al hospital de Bellas Artes”.

Como a todos, incluido don Manuel, les parecía que un hospital con catorce camas podría parecer poco, se les concedió a los patronos la facultad de variarlas según las posibilidades de las renta. Lo que, por el lado malo, incluía su reducción.

Hospital Laredo de Villarcayo (principios del siglo XX)

En 1891 se colocó una placa (cuya localización actual desconozco) que decía: “Lápida a la memoria de los muy ilustres cónyuges D. Manuel Laredo Polo y Doña María Antonia Sarachaga y Sarachaga, fundadores de este hospital” (Julio de 1891).

¿Y cómo es que un aragonés poseía bienes en Las Merindades? Por su mujer. Él era el heredero universal de los bienes de su difunta esposa. Y ella poseía la relación arriba indicada.

Así el periódico “La Época” del lunes 5 de Septiembre de 1892 introducía una nota en su sección de Provincias: 

“Acaba de instituirse un hospital en Villarcayo (Burgos) a expensas de la testamentarla de D. Manuel Laredo y Polo. El Hospital llena con holgura las necesidades de aquel pueblo, que se encuentra muy reconocido al piadoso fundador.”

El pueblo “reconocido al piadoso Manuel” recibía un hospital que se sujetaría a las siguientes bases:

  • Nombra Patronos exclusivos de la fundación, a los Sres. Párroco y Alcalde de Villarcayo. 
  • Ordena que no entre en el Hospital ningún enfermo de Villarcayo, ni de Villacomparada, Cigüenza, Horna, Quintanilla y Villavés sin la aprobación de alguno de los patronos. 
  • Que no sirva el Hospital para dementes, enfermos crónicos e incurables, ni contagiosos, salvo epidemia y previa declaración de la misma. (Pensemos que en estos años los hospitales se llenan con pacientes sufriendo enfermedades muy contagiosas). 
  • Que el número de camas será el de catorce, pudiendo aumentar o disminuir, según las posibilidades de la fundación. 
  • Que los patronos nombren persona que cuide del edificio, señalándole 4 reales de vellón, obligándole a vivir dentro del Hospital. 
  • Que si sobrase renta en el año, se invierta en los pobres de la Villa y aldeas dichas. 
  • Que si no se respetase esta fundación por intromisión de las autoridades, fuera de la inspección, queriendo quitar la dirección inmediata a los Patronos, se venderá y su producto se distribuirá entre los labradores pobres de la Villa y lugares dichos. 

Se vendieron las fincas dejadas por el fundador y con su importe construyó el edificio el maestro cantero Don Antonio Antuñano, vecino de Salinas de Rosío, en la cantidad de 17.203 pesetas. Su planta original era un rectángulo de 34'80 metros de frente por 8'40 metros de fondo. 

Se componía de planta baja, piso principal y desván, con salas para médico, botiquín y guarda ropa y, a los costados, dos salas para enfermos: una para hombres y otra para mujeres. Detrás del edificio tenían una huerta de 109 metros de larga por 48 metros de ancha. No nos indican que existiesen quirófanos.

Pero resultó demasiado costoso y por ello, en 1901, al no poderse sufragar con los ingresos ordinarios unas reformas, se acudió a la caridad de los vecinos. ¡¡¡Se recogieron 449 pesetas!!! (2`70 €). Vale, es trampa. Tendríamos que actualizar la cantidad para comprender el esfuerzo de los vecinos de Villarcayo. Entregaron aportaciones que iban desde los 50 céntimos de peseta hasta las 20 pesetas. Para comparar, el jornal de un obrero de AHV de Baracaldo en 1901 era de 4´18 pesetas.

Aun así, en 1925 se firmó un “expediente para la transmisión de títulos de la deuda amortizable del 5% otorgado por Casilda Garmilla Olareaga a favor de la Fundación Manuel Laredo Polo”.

Hospital Laredo de Villarcayo (principios siglo XXI)


Esta fundación disfrutó de una vida eficiente y práctica mientras estuvieron al frente del lazareto las religiosas Hijas de la Cruz (1904-1927); pero al marcharse éstas, cayó en cierto grado de abandono. 

Durante la guerra civil de 1936-1939 fue hospital de sangre o de campaña (M.A.S.H.), puede que destinado a los heridos en combate necesitados de cirugía (en la mayoría de los casos amputar), y que quedaba plagado de moribundos esperando a que cavasen su fosa en el cementerio.

En 1939 las Carmelitas Misioneras Teresianas se ofrecieron para llevarlo pero las arcas municipales no permitían la labor. 

En 1981 el Hospital Laredo fue permutado por una propiedad del ayuntamiento de Villarcayo llamada “El Campillo”. 

Su imagen actual es fruto de la rehabilitación llevada a cabo por la Escuela Taller Santa Teresa con colaboración del sistema público de empleo, el Fondo Social y Económico y la Junta de Castilla y León en el año 2003. Está catalogado como Bien Protegido y de titularidad y utilidad pública.


Bibliografía.

Varios periódicos del siglo XIX.
“Villarcayo, capital de la comarca Merindades” de Manuel López Rojo.
Catálogo de bienes protegibles de Villarcayo (Arq. Leopoldo Arnaiz Eguren) 
“Beneficios, salarios y nivel de vida obrero en una gran empresa siderúrgica vasca, Altos Hornos de Vizcaya (1902-1927). Una primera aproximación.” Emiliano Fernández de Pinedo. 
“Historia y evolución de los hospitales en las diferentes culturas” Dr. Antonio L. Turnes
“Villarcayo y la Merindad de Castilla-Vieja. Boceto para su historia” y “Apuntes sobre la historia de Las Merindades antiguas de Castilla” de Julián García Sainz de Baranda. Académico correspondiente de la Real Academia de la historia correspondiente de la institución Fernán González y cronista de la ciudad de Medina de Pomar.

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