Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


sábado, 3 de noviembre de 2012

Nicolás Barquín Arana

Hoy me centro en un personaje que es conocido por los ciudadanos de Las Merindades gracias a un libro publicado por la editorial Evergráficas, S.L. fruto del esfuerzo de don Félix Castrillejo Ibañez, del ayuntamiento de Espinosa de los Monteros y, en especial, a Doña María del Socorro y a Doña Lola Samperio Fernández Alonso propietarias del manuscrito a la sazón. Hablamos del ilustre Abad de Pechón: Don Nicolás Barquín Arana.

Dicho esto, con este religioso inicio una pequeña serie dedicada a la batalla de la Guerra de Independencia de Espinosa de los Monteros en la que espero tratar, don Nicolás aparte, de la batalla, las unidades participantes y sus oficiales y de los efectos de la batalla.

Nicolás Barquín de Arana nace en Espinosa en 1775. es hijo de Gregorio Gutiérrez Barquín y Ogazón Angulo y de doña Juana María de Arana Salazar y Conde. Esta es una familia acomodada y son hermanos suyos, Pablo beneficiario de Santa Cecilia que es una parroquia de Espinosa de los Monteros, y Pedro, Montero de Espinosa. Rechazando ser él el Montero, estudió teología en el seminario de Burgos y posteriormente, en la universidad de Zaragoza, obtendrá el grado de Bachiller el 15 de octubre de 1807.

De vuelta a Burgos prosigue sus estudios mientras los franceses se dispersan por España. Estará hasta final de curso con lo que suponemos que vería a Fernando VII camino de su prisión y sería testigo del dos de Mayo Burgalés[1]. Finalizado el curso e ignorando el fluir de los acontecimientos, o por todo lo contrario, marcha a su pueblo.


La guerra le sorprende en su pueblo –hecho que reflejará en sus memorias- viéndose obligado a interrumpir sus estudios que no retomará hasta 1816 matriculándose de sexto de teología moral. Concursa al Curato[2] de Pesúes y Pechón ganándola en 1817 (Ambas en Val de San Vicente, Cantabria). El 6 de Marzo se ordena presbítero[3] y pasa a residir en esa parroquia.

Permanece es su parroquia atendiendo a su ministerio incluida una epidemia padecida de septiembre de 1827 a agosto de 1828.

Posteriormente fue Canónigo de la Catedral de Osma, durante diez años secretario del gobierno del obispado, gobernador interino, juez subdelegado del subsidio eclesiástico desde 1835, consiliario a diputado capitular del seminario conciliar desde la muerte del canónigo penitenciario[4] y archivero presidente de dicho seminario. También ejerció de comisario de la obra pía de Jerusalén en todo el obispado y fue uno de los dos jueces subdelegados de Cruzada e Inspector administrativo de la misma.

Se desconoce la fecha exacta de su fallecimiento pero el 28 de Julio de 1862 aparece su nombre en una misiva enviada al Papa por el obispado de Osma y publicada en la revista “La Verdad Católica” de ese año. Con lo que podríamos pensar que don Nicolás pudo llegar a la edad de 87 años, como mínimo.


[1] 18 de Abril de 1808. Burgos está invadido por los ejércitos de Napoleón sin que se supiese el motivo último de su llegada a España. El pueblo recelaba y las tropas se portaban como invasoras. Tropas francesas que se dirigían hacia Vitoria el 17 de Abril al encuentro de Napoleón y cerrando la posibilidad de retroceder de Fernando VII, detuvieron y registraron a un correo español apoderándose de la correspondencia. El pueblo de Burgos, indignado, se reunió en grupos el 18 de Abril y acudieron a protestar violentamente ante el Intendente de la Ciudad, marqués de la Granja, quien les desatendió, «les hizo poco caso» dice un testigo presencial. La indignación fue creciendo: «Muera –decían las gentes–, ya no hay justicia en Burgos.». La masa arreciaba en sus «mueras»; y gritaba «fuera esa guardia»; llegó a arrojar algunas piedras, pretendió desarmar a un centinela, y entonces el jefe de la guardia ordenó hacer fuego, y dice Palomar, artesano burgalés que anotó estas y otras noticias curiosas: «A la primera descarga, tres hombres quedaron muertos en el suelo.» Nada más pasó; aterrados los burgaleses, incapaces de hacer frente a las fuerzas que de varios sitios acudieron, se retiraron. Para muchos allí empezó la Guerra de la Independencia días antes de que la salida de las personas reales del palacio de Madrid diera lugar al 2 de mayo de 1808. Aquellos tres hombres, víctimas de la tropa extranjera eran: Manuel de la Torre, Nicolás Gutiérrez y Tomás Gredilla.

[2] Curato es el cargo de un cura (el sacerdote con cura de almas en una parroquia); así como el territorio sobre el que, especialmente en el Antiguo Régimen ejercía su jurisdicción espiritual y su capacidad de extraer rentas, que constituían su beneficio eclesiástico. De esa jurisdicción sacaba la congrua, la renta mínima con la que cada cura (o en su caso capellán) cubría su sustentamiento básico. Para poder optar a un curato, los aspirantes debían presentarse a exámenes así como demostrar diversas aptitudes.

[3] Los presbíteros son varones que han recibido el segundo grado del sacramento del orden, el más conocido. Su función es celebrar la Eucaristía y administrar los demás sacramentos, salvo la confirmación y la ordenación sacerdotal, reservados al obispo, es decir pueden administrar cinco sacramentos. El presbiterado es el ministerio que desempeñan los miembros de la jerarquía en la Pastoral: párrocos, vicarios y capellanes.

[4] Canónigo penitenciario: el que se ocupa de administrar el sacramento de la penitencia para algunos pecados cuya absolución está reservada. Puede haber un penitenciario mayor. Algunos pecados tienen la excomunión reservada al Papa (de ahí la expresión A Roma con todo, con la que se expresa que, cometida una falta muy grave, no hay que pensárselo mucho para seguir cometiendo otras, cuando tendrán la misma consecuencia).


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