Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Villarcayo, 18 de Septiembre 1834


Todos recordamos a Fernando VII de Borbón (San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784 - Madrid, 29 de septiembre de 1833), llamado el Deseado o el Rey Felón. Este sujeto fue rey de España entre marzo y mayo de 1808 y, tras la expulsión del «rey intruso» José I Bonaparte, nuevamente desde diciembre de 1813 hasta su muerte, exceptuando un breve intervalo en 1823, en que fue destituido por el Consejo de Regencia. Y como anécdota diré que es el único rey de España sin calle alguna.

Durante su vida demostró grandes dotes de... Mejor traslado las palabras de Psiquiatra Luis Mínguez Martín, de Palencia: “Encanto superficial, labia y una actitud seductora y acomodaticia se combinaron en el monarca con el desprecio hacia los derechos y sentimientos de los demás, el cinismo y el engaño, la mentira y la manipulación, la falta de responsabilidad social y de sentimientos de culpa y los mecanismos proyectivos. Ello nos permite plantear que el perfil de personalidad del monarca correspondería a lo que hoy llamamos, en términos psiquiátricos, personalidad disocial, antisocial o psicopática”. El común de su época, y de la presente, lo definiría como un cabrón. El apelativo con el que ha pasado a la historia es de Felón.

Centrándonos en la última fase de su reinado, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión de los exaltados, acompañada de una política absolutista moderada o incluso liberaldoctrinaria que provocó un profundo descontento en los círculos absolutistas, que formaron partido en torno al infante Carlos María Isidro. A ello se unió el problema sucesorio, sentando las bases de la Primera Guerra Carlista, que estallaría con la muerte de Fernando y el ascenso al trono de su hija Isabel II, no reconocida como heredera por el infante Carlos y los círculos absolutistas, presentes en todo el territorio español.

Al morir Fernando VII Carlos emitió el manifiesto de Abrantes el 1 de octubre en el que declaraba su ascensión al trono con el nombre de Carlos V. El 6 de octubre, el general Santos Ladrón de Cegama proclamó a Carlos como rey de España en la localidad de Tricio (La Rioja), fecha en la que se da como comenzada la Primera Guerra Carlista. Ni el hermano mayor ni el menor se preocuparon por sus posibles súbditos y si el Príncipe de Asturias dio un golpe de estado y nadó contra corriente, el Infante Carlos apostó por la guerra civil.

Los Liberales se refugian entorno a la reina niña y su madre María Cristina que actuará como regente hasta que sea sustituida por Baldomero espartero. (Doña María Cristina se casó en secreto el 28 de diciembre del mismo año en que quedó viuda, con un sargento de su guardia de corps, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, y fue apartada del cargo dada la imposibilidad de disimular su avanzada gravidez). Era una lucha entre aquellos que miraban al futuro, a la libertad del individuo, a la justicia y al derecho frente a los defensores del poder del púlpito, de la sumisión del hombre a un dios dirigido por curas, de los señoríos y mayorazgos. Las grandes ciudades del país eran liberales -fruto de la mayor concentración de estos en ellas y el control del poder- frente al campo analfabeto que en su mayor parte era sumiso a la tradición. Entre estos últimos muchos de los lugares de las antes llamadas vacongadas con una población rural poco permeable a los avances sociales. Estos factores, junto a la foralidad, harán que sean las ciudades mayores las que permanezcan con la reina.

En 1834 llevamos un año de revueltas carlistas con la inestabilidad social y los gastos militares inherentes a toda revuelta cuando a las seis y media de la mañana del 18 de Septiembre una partida de unos 3.000 carlistas dirigidos por Castor Andéchaga[1], Sopelana, Ibarrolilla y Mazarrasa[2] se presentan en Villarcayo. Las fuerzas de la villa eran los Urbanos y una patrulla del regimiento 15 de infantería de línea, mandado por don Francisco Tapia. Entre los defensores conocemos al urbano Francisco Cuesta que informará el día 19 sobre lo ocurrido en su municipio al comandante militar de Medina de Pomar.

Los asaltantes entraron en la villa por la calle de San Roque. Fueron recibidos a tiros desde las casas y desde el ayuntamiento (Se vino abajo el reloj). Uno de esos primeros disparos alcanza al general Sopelana en el Pecho. Según la tradición, en la propia calle San Roque. Los isabelinos fueron instados a rendirse por dos veces en nombre del general rebelde Uranga[3]. Tras la segunda solicitud los carlistas dieron fuego a las casas desde las que se les disparaba. Lamentablemente, este acto acabó con la mayor parte del patrimonio monumental por lo que queda poco de tiempos anteriores al año 1834, como algunas casonas blasonadas y las Torres del Reloj y del Corregimiento. Los Facciosos incendiaron 45 casas de las calles Nueva, Real, Ancha, Horno, Carreruela, Rincón y Plaza Mayor.

Las unidades del Brigadier (Similar al Coronel) Fermín Iriarte que era Comandante General de Santander y Encartaciones llega a las 21:00 h o 21:30 h a Villasana de Mena y se les informa de la situación en Villarcayo. Tras un pequeño descanso sale con la 1ª brigada a las 22:00 h. Los carlistas se replegaron hacia Cigüenza. Villarcayo fue dejado a su suerte tras diecisiete horas de lucha y saqueo.

El Brigadier Iriarte y el brigadier Aznar, que comandaban un batallón de carabineros, el batallón provincial de Granada, la compañía de cazadores de Segovia y un apoyo de 43 jinetes del regimiento de la Reina. (Aprox. 900 hombres) llegan a Villarcayo a la una de la madrugada del día 19.

Iriarte no destinó sus tropas a ayudar a la población y, formando en columnas de ataque y destacando unidades de guerrilla, se dirigió río Nela arriba. Los partidarios de Don Carlos se encontraban atrincherados en la sierra y monte de Cigüenza y las tropas isabelinas cargaron a la bayoneta con gritos de “Viva la reina” y “Viva Isabel”.

Tras la refriega las fuentes de la época documentan el botín del incidente de Cigüenza: Los documentos de la Junta Rebelde de Castilla, dos baúles llenos de papeles (sin describir), correspondencia del intitulado Brigadier Andéchaga, cartuchos y fusiles, 18 mulas, multitud de raciones de carne y vino y liberaron a los 12 urbanos de Villarcayo prisioneros. Semejante proeza fue considerada como un baldón por el alto mando carlista, con formación de expediente para el brigadier Sanz y su destierro a Francia, desde donde volvió a la muerte de Zumalacárregui.

El parte de bajas refiere 20 carlistas muertos, numerosos heridos y la captura del capitán faccioso Fernando Zorrillo que será fusilado al día siguiente. Se destaca la muerte del ayudante mayor de Castor Andéchaga.

Las bajas isabelinas, según Iriarte, son 3 heridos, uno de ellos un capitán.

Iriarte informa a Medina de Pomar el 19 de su victoria y de que los carlistas se retiran por las alturas hacia Soncillo donde presume que bajen por Quisicedo hacia Espinosa de los Monteros. En sucesivos partes publicados en la Gaceta de Madrid se puede intuir los movimientos de las partidas carlistas en Las Merindades en esas fechas.

Así informadas unidades isabelinas de la lucha en Villarcayo proceden a desplazarse para cercar a las unidades Carlistas. En este sentido informaba el 20 de septiembre el Comandante Militar Interino de Las Merindades desde Santander el Coronel Fermín Escalera.

Este militar estaba persiguiendo al carlista Santiago Villalobos con unas fuerzas de 30 caballos del regimiento de la reina y 50 infantes del de Extremadura al mando del teniente Manuel Corripio. El teniente coronel Juan Echavis le comunicó, erróneamente, que 300 facciosos estaban atacando Villarcayo. Se indicó que Echavis fuese a Soncillo y, reunido con el teniente Esteban Fort y sus 40 jinetes del Regimiento de Extremadura que estaban en Cabañas de Virtus, atacasen a los Carlistas la mañana del 19. Para más INRI creían enfrentarse a una partida de 49 hombres.

Vista la realidad de las unidades a las que se enfrentaban se replegaron hacia el puerto del Escudo y las gargantas del Valle del Toranzo (Actualmente Cantabria). Los carlistas de Castor Andéchaga se situaron en la zona de Villacarriedo.

Ante ello el comandante de las Merindades desplazó sus unidades a Santander para ayudar a protegerla ante la certidumbre de un ataque de los partidarios de Don Carlos a la ciudad. El día 20 de septiembre informaba de su próxima salida hacia Soncillo o Reinosa.

El día 23 de Septiembre el comandante de Espinosa de los Monteros informa de que ha batido a los facciosos de las inmediaciones y que el Coronel Quintana al mando de la 3ª brigada de operaciones parte para las Encartaciones. A su vez se reciben informes en Arredondo de que las unidades carlistas parten por el Valle de Aras hacia Vizcaya y que una partida se dirige a Valderredible siendo perseguida por el batallón Castilla.

Por otro lado el Brigadier Bedoya parte hacia Villasante para descender a las Encartaciones siguiendo al coronel Quintana.

El recuerdo que dejó en el sustrato de Villarcayo hizo que la calle que actualmente se llama Albiñana se le nombrase como calle 18 de Septiembre de 1834. También, ante la “la salvajada” de la “Carlistada” se plantea construir murallas rodeando la villa. Este proyecto se desestima finalmente. En el plano que se conserva en el Archivo Municipal se perciben las cuatro puertas que hubiera llevado tal muralla y que corresponden a los cuatro caminos: de Bilbao, de Burgos, Cigüenza y Medina de Pomar y que son los cuatro caminos que todavía usamos.


[1] Castor Andéchaga (1803-1874) empezó su carrera militar en las filas realistas en 1822, ascendiendo a teniente en 1823. Fue nombrado en 1834 coronel efectivo, y encargándose de la comandancia general carlista de las Encartaciones tomó parte muy activa en la guerra civil hasta que, al celebrarse en 1839 el Con­venio de Vergara, le fue reconocido el empleo de brigadier y la cruz de 1a clase de San Fernando, quedando de cuartel. Durante los sucesos de 1841 le nombró la Diputación vizcaína Comandante General de los Tercios Forales; no obstante, el mal éxito de aquella insurrección le obligó a emigrar a Francia, de donde volvió en 1843. En 1847 se le concedió la gran cruz de Isabel la Católica. Tomó parte asimismo en la 3a Guerra Carlista, y en la acción de las Muñecas recibió un balazo que lo dejó sin vida. Tiene una calle en Baracaldo.

[2] Este Mazarrasa es el Mariscal don José Mazarrasa (1772 – 1858) quien redactó un extenso diario de operaciones (1834-1839) de la primera guerra Carlista. Ocupó un destacado puesto entre las fuerzas carlistas al ser nombrado jefe del Estado Mayor general Juan Antonio Guergué, y el año 1839, al ser derrotadas las tropas carlistas, fue desterrado de España junto con otras personalidades del bando carlista.


[3] Nace en Azpeitia el 7 de octubre de 1788. Muere en Vitoria en 1860. Al comenzar la invasión francesa se presenta como voluntario en Oviedo al general May. Sirve, entre otros destinos, como teniente del primer batallón de voluntarios de Guipúzcoa. En el mes de abril de 1821, en Agurain (Alava), se pronuncia en contra del gobierno constitucional, creando una división de dos mil hombres para sostener la causa de Fernando VII, quien le nombra coronel y comandante de Alava. Es el 7 de octubre de 1833 cuando, en Salvatierra, proclama Rey de España al pretendiente Carlos María Isidro, organizando rápidamente varios batallones para la causa. En el año 1834 es nombrado Mariscal de Campo y Comandante General de Alava, y el 5 de octubre, llegado a las Vascongadas el pretendiente Carlos V, es nombrado vocal de la Junta Suprema Consultiva y ayudante de campo de Don Carlos. El 14 de septiembre de 1837 demuestra su gran valor y sus dotes de estratega derrotando a O'Donell en la batalla de Andoain. Máximo exponente de la fidelidad al credo absolutista, encabezando el bando llamado "apostólico" del generalato carlista, en abierta oposición a Maroto, es expulsado a Francia, pasando posteriormente a Alemania, donde vive hasta 1848. Tras la amnistía general de Isabel II, se instala en Vitoria. De las acciones de guerra de Uranga, existe un interesantísimo Diario del Teniente General Don José Ignacio de Uranga (1834-1838 publicado por vez primera por la Diputación de Guipúzcoa en 1959, abarca el período de guerra desde el 12 de enero de 1834 hasta el 24 de octubre de 1838.













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